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REDES SOCIALES
Miércoles 02 de mayo 2012

Un duro choque bajo la sombra de Le Pen

Por: Joaquín Prieto.
Un duro choque bajo la sombra de Le Pen
Foto: lefigaro.fr

Se lo tomaron como un debate que ninguno podía perder. Dos hombres ambiciosos, de la misma edad (57) pero con puntos de partida muy distintos: Sarkozy, un animal político que bajo ningún concepto se rinde sin tratar de rebatir, desmentir, interrumpir y lanzar tantas zancadillas verbales como hagan falta para que su versión de los hechos sea la que prospere ante la audiencia. Y Hollande, el aspirante que ha preparado a fondo su llegada al poder siguiendo la estela de dos socialistas históricos, François Mitterrand y Lionel Jospin. Fue un choque lleno de enfrentamientos personales, con los papeles cambiados: un presidente a la defensiva, al borde la crispación, frente a un aspirante de aspecto más sólido y sereno que su adversario.

Muy duro Sarkozy, más irónico o mordaz Hollande. Sarkozy hizo el proceso hasta de Mitterrand (muerto hace dieciséis años) y lanzó contra el socialista acusaciones tan curiosas como la de haber sido recibido por el exjefe del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, ignorando las ocasiones en que Sarkozy se encontró con Zapatero y los elogios que le dedicó. El presidente-candidato decidió dar lecciones e imputar a su adversario errores, mentiras y ambigüedades. Sarkozy insistió en la "locura de gastos" en que quiere meterse Hollande, y en que Francia es el país de Europa con mayor carga fiscal, junto con Suecia. Hollande insistió en sus propuestas: más crecimiento, aumento del personal dedicado a la enseñanza, renegociación de las reglas de funcionamiento de la Unión Europea para "integrar la dimensión del crecimiento" en el pacto fiscal.

La dramaturgia electoral exigía un cara a cara en presencia de dos actores secundarios, Laurence Ferrari, presentadora de la cadena privada TF1, y David Pujadas, su homólogo en la pública France 2: lo hubo y duró casi tres horas. Pero sobre el plató flotaba la sombra de la gran ausente, Marine Le Pen, cuyos votos tenían que atrapar los candidatos sentados a la mesa del debate. Sobre todo Sarkozy, cuya esperanza de ser reelegido descansa en atraerse a la mayor parte posible de los 6,5 millones de personas (18% del total de los electores en la primera vuelta) que respaldaron a Le Pen. Y ahí, Sarkozy expuso todo un proyecto: reducir a la mitad la inmigración legal y negarse a conceder el derecho de voto a los extranjeros mientras subsistan las tensiones provocadas por "el Islam en Francia".

Todo ello coronado por la acusación a Hollande de no haber votado favorablemente la ley de prohibición del burka en territorio francés (se abstuvo), imputación de la que el socialista se defendió,  prometiendo que si él es presidente, no habrá ningún burka en Francia. ¡Quince minutos de debate sobre islamismo en un país laico! ¿Habrá sido suficiente para convencer a la extrema derecha de que no siga a su capitana, Marine Le Pen, en la solicitud de voto en blanco? Lo más probable es que no.En los pronunciamientos finales, Hollande colocó la educación como la prioridad de las prioridades.

Y esto, en los tiempos que corren, no se escucha con frecuencia en boca de responsables políticos.

(Fuente: El País)

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