Hollande y la victoria del hombre normal

Por: María del Pilar Tello

Los franceses han volcado su decepción en las urnas este domingo 6 de mayo en que al cierre de los resultados oficiales se aprestan a celebrar no la caída de la derecha sino el ascenso de una nueva posibilidad de cambio en Francia y en Europa y a partir de ello en el equilibrio del mundo.

La gran expectativa sobre la elección presidencial en Francia terminó con la victoria del candidato que representó al hombre normal. La partida ha sido ganada por el líder socialista, François Hollande después de una muy dura campaña en la que el debate de hace unos días fue decisivo para los electores respecto de la mayor crisis económica y social que Francia conoce después de mucho tiempo y la severa desconfianza en el funcionamiento de la democracia y los políticos que la representan.

El presidente Nicolas Sarkozy perdió, no ha sido reelegido, su poderosa maquinaria electoral de la Unión por un Movimiento Popular (UMP) no fue lo efectiva que se esperaba a pesar de que jugaba en solitario como representante de la derecha.

Sarkozy impopular y agotado asociado a la imagen de Angela Merkel en especial a partir de las Cumbres europeas o las del G-20, perdió. El “glamour”, de su esposa la célebre ex modelo Carla Bruni, ni la niña recientemente nacida, fueron insuficientes para ganar el corazón de los franceses, su desgaste personal era excesivo.

El balance de Sarkozy lo calificó como el “presidente de los ricos”, a los que ofreció tratamiento privilegiado y regalos fiscales inauditos. Mientras que las clases medias se veían atenazadas por la austeridad  y temía que el Estado del bienestar fuera progresiva e irremisiblemente afectado. Los ciudadanos normales son los más exigidos por las dificultades cotidianas a comenzar por la pérdida de empleo o el retraso de la edad de jubilación junto al aumento del costo de vida.

Hollande fue designado en disputadas elecciones primarias después de que el favorito Dominique Strauss-Kahn, dejó el espacio por sus conocidos problemas y una campaña mediática avasalladora contra el ex patrón del FMI.

François Hollande no es un socialista radical, es considerado un social-liberal de centro, negociador de raza, mantiene serenidad y tranquilidad como su principal rasgo de personalidad. Su programa económico no está muy lejos del de los conservadores aunque por razones electorales se haya visto obligado a declararse enemigo principal del poder financiero con suficiente matices como para tranquilizar a los mercados afirmando que nunca los socialistas franceses han sido extremos en privatizaciones ni liberalizaciones.

Hollande deberá renegociar el Pacto fiscal en la línea de otros dirigentes socialdemócratas que no tuvieron suerte en la tarea. El candidato del Frente de Izquierda Jean-Luc Mélenchon le ha puesto orientaciones claras en su librito titulado L’Humain d’abord! ¡Primero lo humano! que ha vendido centenares de miles de ejemplares dando nuevas esperanzas a las clases trabajadoras y a los jóvenes indignados que recorren el mundo.

¿Sabrá Francois Hollande dar una respuesta a la crisis que afecta la democracia, la economía y la política?. Una tarea mayor, sobrehumana que el mismo Barack Obama no pudo lograr en estos cuatro años que van pasando. Francia está en plena euforia que celebramos quienes nos sentimos ligados a ese gran país. Pero sabemos también que pasada la alegría de la victoria de hoy y el ritual de las elecciones, tocará al líder socialista reconstruir la esperanza de un mundo mejor desde el Eliseo donde Nicolas Sarkozy recoge sus cosas y se prepara a aceptar su derrota.

Confianza y esperanza a Francois Hollande para que como verdadero estadista consolide el bienestar de los franceses como mensaje optimista al mundo de que una redistribución es posible y que la batalla es de todos junto al socialista vencedor. La azul-blanca-roja está al tope.

Sarkozy es un guerrero vencido que se apresta a reconocer su derrota. François Hollande, es un vencedor ante una página en blanco difícil de llenar en un domingo todavía claro y luminoso en una ciudad que espera.