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Miércoles 09 de mayo 2012

Rocío Silva Santisteban: "El principal problema de la sociedad es la violencia"

Polémica defensora de los derechos humanos expresa su opinión sobre diversos problemas sociales de Perú.
Rocío Silva Santisteban: 'El principal problema de la sociedad es la violencia'
Foto: ayacuchohoy.com

A continuación los dejamos con un diálogo realizado a la abogada Rocío Silva Santisteban, una de las principales defensoras de derechos humanos en el Perú, cuyas opiniones le han costado varias sonrisas como también muchos cuestionamientos.

¿Cuáles serían a tu modo de ver los problemas más serios que enfrentan las mujeres en la sociedad peruana?
El más serio de todos es la violencia, la violencia en distintos espacios, la doméstica, por ejemplo, que sigue teniendo niveles muy altos. Aun cuando se puedan hacer buenas leyes, el gran problema con relación a la violencia doméstica son las prácticas cotidianas, los hombres que piensan que son dueños del cuerpo de sus mujeres, de sus esposas, de sus hijas, de sus hermanas, y en ese sentido creen que tienen la autoridad para violentarlas, sobre todo sicológicamente o mediante el acoso moral, que son temas que no se tocan mucho.

Otro de los problemas fuertes es que las mujeres lamentablemente estamos triplemente subalternizadas. Te pongo como ejemplo el caso de las mujeres que fueron víctimas durante el período de violencia política. En su mayoría han sido mujeres indígenas quechuahablantes o hablantes de una lengua nativa. Entonces lo que yo llamo triple subalternización es porque son indígenas, porque hablan otro idioma y porque somos mujeres. Se diría entonces que hay mujeres que están más fregadas que otras y eso es algo que hay que tener en consideración. No podemos homogeneizar a todas las mujeres de nuestro país. Yo misma soy una mujer con mucha suerte porque la educación me ha empoderado, me ha permitido el acceso a ciertos espacios públicos. En cambio hay muchas mujeres de mi edad con muchos más hijos porque no pudieron cuidarse, porque no tuvieron acceso a medios de control de la natalidad y que ya pueden ser abuelas llenas de nietecitos. Además, como no tuvieron acceso a la educación, tienen que trabajar en lo que sea. Ese es el gran problema, la desigualdad que hay también entre unas mujeres y otras. Las mujeres que hemos tenido acceso a la educación y finalmente nos hemos profesionalizado, mal que bien somos mujeres privilegiadas.

¿Cómo habría que atacar entonces los problemas que mencionas?
Digamos que algunas leyes sí han ayudado a ciertos avances. Por ejemplo, las leyes de acceso a la educación han permitido estudiar a muchas mujeres, pero creo que no necesariamente nuestras luchas deben estar orientadas a cambiar las leyes para que se cambie la realidad en tanto es muy difícil que esas leyes se concreten en reglamentos, en protocolos o en acciones concretas que en realidad no discriminen a la mujer. En lo que creo que se debe poner mucho énfasis es en la educación y en los medios de comunicación y cuando hablo de medios de comunicación no me refiero solo a la prensa, sea televisiva, radial o escrita, sino a todas las posibilidades de comunicación que hay para trabajar el tema. Básicamente es indispensable que se defenestre el machismo en todas sus formas. Esto puede parecer demasiado utópico, pero se debería comenzar a pensar en políticas públicas de cara al cambio de mentalidades. Estos cambios son muy lentos en la sociedad, pero sí se pueden dar, como es el caso de las campañas antitabaco, que han llevado a que se reduzca el número de fumadores, a que no se fume en ambientes cerrados en los trabajos y a que se pida permiso para fumar. Un trabajo parecido se debe realizar en relación con el tema de la discriminación de las mujeres. Se debe entender, además, que en este tema no se puede separar a mujeres y hombres. Hay muchas mujeres que también discriminan a las mujeres. Ese es un punto fundamental. Como decía mi abuela: “No hay peor cuña que la del mismo palo,” Hay un sistema muy sofisticado de machismo que en el campo de las mujeres se convierte en rivalidades absurdas, en tratar de competir deslealmente con las otras y eso está muy vinculado con esas maneras de entender, por ejemplo, el conocimiento como un reconocimiento masculino básicamente.

En esta campaña política y en la anterior, en las elecciones municipales y regionales, ¿has notado que el tema de la mujer haya sido importante para los partidos?
No, y eso que en Lima las dos candidatas que estaban compitiendo por el sillón municipal eran mujeres. Sin embargo, el tema se quedó ahí, no se tradujo en discusiones en relación con asuntos municipales específicos de las mujeres, por ejemplo el tema de las cunas, que está vinculado directamente con las facilidades que puede darle el Estado a una mujer para que pueda trabajar. Ha sido una cosa bien extraña: siendo dos mujeres las que estaban en el primer lugar de la lid, los temas de mujeres no se tocaban. En ese sentido, sí critico a ambas candidatas, aunque definitivamente sí hay una mayor participación de la mujer en espacios políticos y en espacios públicos. La pena es que esa mayor participación no necesariamente se traduce en políticas en beneficio de las mujeres para que tengan un acceso equitativo a la educación, a la producción, etc.

En las actuales elecciones, ¿has visto entre las candidatas de Lima, que es tu ámbito electoral, mujeres que estén planteando los problemas de la mujer?
No, más bien las mujeres que están planteando problemas de su propio ámbito son generalmente las lesbianas, que están levantando propuestas concretas en relación con el matrimonio de personas del mismo sexo y otras. También está el caso de Rosario Sasieta. A pesar de todo lo que se le ha criticado, me parece que es una de las que sí tiene más o menos claro cuál es el tema de las mujeres. Es una de las pocas que dice, por ejemplo, que el ocho de marzo no debemos celebrar sino conmemorar el Día de la Mujer porque seguimos siendo un país que tiene el más alto índice de feminicidios en la región. Realmente la situación del Perú a nivel de los derechos de la mujer es vergonzosa, porque las mejoras en la economía no se traducen, en el acceso de las mujeres a derechos.

Entre las maneras de cambiar esta situación, mencionabas las políticas públicas que apunten a un cambio de mentalidades. ¿Hay otras maneras también?
Por supuesto. Para cambiar las mentalidades tenemos que poner el hombro todos, la sociedad civil, los empresarios, los medios de comunicación, todos, y además es bastante importante hacerlo. Cuando hablo de mentalidades me refiero básicamente a ideas fuerza que se quedan de una manera cruel. Cuando hablo de machismo, me refiero a que muchas características del machismo lo convierten en un espacio negativo incluso para los propios varones, con manifestaciones como la competencia que hay entre ellos, la exigencia de estar probando la masculinidad permanentemente, la sospecha de que eres el maricón y todas esas cosas. Eso a la larga origina grandes dificultades de crecer como varón en este país. Y en el caso de las mujeres, realmente no la tenemos fácil: en el ámbito de lo profesional a veces tenemos techos muy bajos o nos pagan menos salario que a un varón o se prefiere muchas veces a un varón que a una mujer y eso yo lo he visto en mi vida cotidiana. Me acuerdo clarísimo cuando un amigo, jefe de una institución, tenía que contratar a un diseñador y solamente escogía hombres. Se justificaba diciéndome: “No, pues, cómo una chica se va a pelear con el de la imprenta”. Y resulta que contrató a una chica y la chica era muy peleona con el de la imprenta. O sea tenía como un preconcepto de que las mujeres no se pelean, que no luchamos nuestros espacios. Por otro lado, también hay esta idea de que las mujeres no somos corruptas cuando eso tampoco es cierto, hombres y mujeres podemos ser igual de corruptos. Si tú has crecido en un ambiente complicado, en un ambiente donde no has recibido ni respeto ni dignidad, puedes ser tan desgraciado como cualquiera, seas mujer u hombre. Esos esencialismos son contra los que debemos luchar para lograr realmente que haya una equidad entre hombres y mujeres. Yo siempre hablo de equidad y no de igualdad porque yo creo que hombres y mujeres no somos iguales, felizmente.

Explícanos un poco más eso…
Lo que pasa es que desde el ámbito de los derechos humanos universales siempre se ha planteado el concepto de igualdad, pero en verdad hombres y mujeres somos diferentes. Lo que hay que hacer es plantear una equidistancia, no que nos homogenice, porque no nos vamos a poder homogeneizar jamás, pero sí que nos permita tener las mismas posibilidades ante la ley. Y eso precisamente es equidad.

Tú te desenvuelves en distintos ámbitos, el académico, la Coordinadora de Derechos Humanos, el periodismo. ¿En todos estos espacios puedes expresar por igual tus ideas sobre la mujer o hay un ámbito que privilegies sobre otro?
El ámbito que yo siempre privilegio por la misma práctica cotidiana es el del periodismo porque creo que es una tribuna que no puedo desperdiciar para tocar una serie de temas en relación con las mujeres. Es un tema que desde que yo era niña me ha interesado mucho. Siempre quería saber qué habían hecho las mujeres anteriores que habían estado en este mundo.

Otra cosa que quería comentar es que cuando se habla de transversalizar el tema de género, sobre todo en el ámbito de políticas públicas o políticas educativas, podemos pecar de regresar a la invisibilización de la mujer. El tema de género debería estar incluido en todo, incluso en las universidades. Quizás por eso todo el mundo confunde género con mujeres, cuando el género incluye a hombres y mujeres. El género es la visión desde una perspectiva de relacionar hombres y mujeres. En ese sentido se puede hacer políticas de género sobre, por ejemplo, políticas de control de la violencia de los varones. Esto es algo que se trabaja bien poco en el Perú.

Tú has utilizado varias veces la palabra “machismo”, sin embargo, a veces no se quiere usar esa palabra y se prefiere “sexismo”. ¿Tienes una posición sobre esto?
Ha habido algunas discusiones académicas de antropólogos y antropólogas sobre el tema de no utilizar la palabra machismo, pero yo sí la recuperaría. Sexismo es demasiado sofisticado para una columna de periódico, tienes que hacer una explicación de un párrafo de qué cosa es exactamente sexismo. En cambio, machismo todo el mundo lo entiende. Tú mencionas la palabra machismo y te da una serie de connotaciones. Yo sí trabajo con ese término y creo que sí hay que usarlo, aunque para estar en contra del machismo, por supuesto (Con información de Revista Parlante).

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