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Viernes 11 de mayo 2012

Gran maestro puneño: José Antonio Encinas

Por: Grover Pango Vildoso.
Gran maestro puneño: José Antonio Encinas
Foto: Medios

José Antonio Encinas Franco (1888-1958) nació en Puno y estudió en el glorioso “Colegio Nacional de San Carlos”. Se hizo profesor normalista en Lima para volver a su tierra y ponerse al frente del Centro Escolar Nº 881 (1907-1911), de donde obtuvo sus más ricas experiencias como docente.

De nuevo en Lima (1911) fue profesor en la Escuela Normal y siguió estudios en Letras y Jurisprudencia en la U. de San Marcos. Al haber incursionado en la política y elegido Diputado por Puno (1919-1923) conoció el destierro durante el gobierno de Augusto B. Leguía. Autodidacta excepcional, Encinas aprovechó su infortunio para ganar nuevas experiencias, especialmente en Inglaterra, Italia, Francia y España.

A la caída de Leguía volvió al Perú y alcanzó el rectorado de la U. de San Marcos (1931-1932), en dura competencia con Víctor Andrés Belaúnde, representante de los sectores conservadores en el país. Dice Luis Alberto Sánchez: “Escogimos a un hombre que nunca había sido catedrático universitario, pero que, sí, era un egresado de sus aulas.”

Amplio y con concepciones modernas, este maestro puneño dio un nuevo impulso a su universidad. “Encinas inició su rectoría en el mes de mayo de 1931. Inmediatamente nombró secretario general de la Universidad a nuestro gran amigo Jorge Guillermo Leguía Iturregui. Quedó confirmado como bibliotecario, Jorge Basadre; se designó a Raúl Porras, director del Colegio Universitario; y yo fui nombrado director del entonces flamantísimo Departamento de Extensión Cultural” recuerda el mismo Sánchez. Vaya elenco.

Tras nuevas peripecias que incluyeron otro breve destierro y una experiencia educativa en los EEUU, retornó a la política para ser Senador por Puno en la primavera democrática de Bustamante y Rivero (1945-1948) y en el gobierno antidemocrático de Manuel A. Odría (1950-1956). A su muerte, dejó una obra vasta de literatura educativa, en textos y revistas, en la que destaca “Un ensayo de escuela nueva en el Perú”.

Arriesgando la coherencia de dos citas textuales no secuenciales -que hemos escogido-, Encinas propone sus convicciones acerca de la libertad, la disciplina y la responsabilidad del que dirige.

“Una escuela donde se enseña mediante la observación y la experimentación personales, rechazando todo aquello que pudiera mecanizar el espíritu, conduce al niño a un plano superior de educación. Lo acostumbra a disciplinarse, a limitar por impulso propio sus acciones y sus tendencias, buscando por sí mismo camino para dar solución a sus necesidades y aspiraciones. Como no está cohibido mentalmente, como todas sus funciones intelectuales trabajan con la máxima libertad, su conducta ha tenido que seguir la misma línea.”

“Toda persona a quien se le encomienda la dirección de una colectividad, llámese Escuela o Nación, tiene que aprender a escuchar antes que a mandar. Este principio de una verdadera política, determina en el grupo una reacción saludable en bien de los intereses colectivos, al mismo tiempo que establece, con el menor esfuerzo, una disciplina cuya vitalidad depende del equilibrio que guardan los grupos antagónicos. Cuando este equilibrio se rompe –en general por un desmedido egoísmo de los que mandan- entonces la rebeldía es la inmediata y necesaria consecuencia. Tal es el hecho que a diario se registra en la vida de la escuela.”

Cualquier parecido con la vida democrática que anhelamos, NO ES una mera coincidencia.

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