La crisis de los partidos es una corriente que recorre el mundo, no es solo característica peruana o latinoamericana, sino hoy también está presente en Europa, de donde han provenido tendencias y doctrinas del pensamiento político. Con la falta de identificación del ciudadano con el movimiento o partido y sus líderes, se rompe la intermediación entre ciudadanía y el poder legalmente constituido. La gobernabilidad se torna complicada para el mandatario de turno elegido en las urnas, no hay un solo interlocutor, sino muchos y obliga a estar negociando permanentemente intereses sectoriales para poder avanzar.
España, desde el retorno de la democracia, se había convertido en un buen referente de cultura democrática, con el bipartidismo del Partido Popular (PP) y el Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Hoy ambos están sumamente devaluados, no al nivel de lo que pasa en nuestras latitudes que es lamentable, pero su peso específico ha disminuido una enormidad. La crisis económica y financiera que explotó en el gobierno del PSOE, fue el inicio y surgió una masa espontánea, agobiada por la presión de pago de banqueros, que no se podía honrar y la indignación ante la incapacidad e indolencia de la clase política para ofrecer una salida, llevando a la calle a miles de personas, que se expresaron en una gran marcha el 15 de mayo del año pasado, dando partida de nacimiento real y legitimidad al llamado Movimiento M-15.
Un año después, con otro gobierno, el del PP, que se alzaba como una posibilidad, pero que en los pocos meses de gestión ha tomado la opción del ajuste presente para un bienestar futuro, la ciudadanía ha completado su incredulidad, marchando masivamente por la madrileña Puerta del Sol. Las críticas al establishment han sido y serán altisonantes. Sin embargo, este malestar aún no puede ser canalizado para buscar una salida a la crisis ibérica. No hay propuesta realizable, ni liderazgo que la luche para imponerla, solo se tiene protesta.
España y el mundo están a la espera de las ideas y los liderazgos, que hagan posible el cambio. En este contexto el electo presidente francés Francois Hollande puede convertirse en el guía que marque un derrotero, se requieren rasgos distintivos, sino será más de lo mismo (Con información del diario Expreso).