El problema es la población, el narcotráfico, y el terrorismo en conjunto. En este orden de importancia. El enemigo estratégico es el narcotráfico y el enemigo táctico es el terrorismo. La crisis narcoterrorista pasará, pero la crisis social no pasará si el Estado sigue durmiendo el sueño de los justos. Es un problema social que al no haberlo resuelto en el pasado el Estado perezoso con las herramientas de la democracia, se convirtió en un problema militar que aún no se puede resolver. El VRAE es el pasivo que heredamos del binomio Fujimori-Montesinos.
La estrategia de lucha con el terrorismo en ese régimen corrupto cometió el grave error de pensar que la subversión era solo un problema militar. Se pensó que el objetivo era vencer el terrorismo y una vez capturado Abimael y los miembros de su entorno, el problema estaba solucionado. Pero la historia demostró que dejar a la población sin la presencia y desarrollo que puede brindar el Estado, ha costado al país el rebrote de las acciones terroristas con apoyo del narcotráfico.
El narcotráfico se hizo fuerte en el gobierno de Fujimori- Montesinos, amparado en la pasividad de los gobiernos que le siguieron. El narcotraficante “Vaticano”, denunció en audiencia pública, haberle entregado miles de dólares al “operario” del Fujimori, para comprar la protección del régimen. El narcotráfico se fue fortaleciendo en los puntos de mayor producción cocalera en la época Fujimori-Montesinos y Post Fujimori-Montesinos, hasta convertirse en lo que es hoy: un espacio de dominio del narcotráfico con apoyo del terrorismo.
El problema del VRAE consiste en que el abandono del Estado ha agudizado la situación de pobreza y marginación que atraviesa esa conflictiva zona del país. Esto ha sido un caldo de cultivo para que el terrorismo y el narcotráfico hayan logrado dominar la situación y convertirse en una amenaza para la paz y el orden social. El mar de fondo es que se produjo un conflicto entre la pobreza y la coca. Mucha gente se decidió a dejar la pobreza y optar por la coca. Un problema típico de vida o muerte.
Un análisis más profundo del fenómeno revela que el narcotráfico pasa de ser un peligro potencial a convertirse en un peligro manifiesto cuando la represión del Estado intenta destruir al enemigo. Por este motivo en los gobiernos anteriores no se agudizaron las contradicciones y el narcoterrorismo cobraba fuerza por la inacción del Estado. “Sin novedad en el frente”, repetían los políticos dormilones. Se ha perdido un valioso tiempo. Por eso ahora que el gobierno del presidente Humala le hace frente, se descubre la verdadera dimensión del problema.
La conclusión de este razonamiento es que el gobierno de Fujimori-Montesinos aplicó la estrategia equivocada cuando dejaron los espacios sociales sin presencia del Estado y se conformaron con la captura de Abimael Guzmán. La ciudadanía se tranquilizó y todo quedó en el olvido. El mal avanza cuando el bien no hace nada para evitarlo. Al, calor de la pobreza y el miedo, la alianza población- narcotráfico-terrorismo consolidó sus objetivos estratégicos que hace más difícil la guerra militar contra el narcoterrorismo.
Si la logia de Fujimori-Montesinos hubiera trazado una estrategia integral para combatir al terrorismo, combinando las acciones de desarrollo por parte de los sectores del Estado, con la represión por parte de las fuerzas armadas, el resultado habría sido muy diferente. La bomba de tiempo del terrorismo y del narcotráfico, con apoyo voluntario o forzado de la población, que puede convertirse en el talón de Aquiles del gobierno, ya no existiría o estaría reducida a su mínima expresión.
La lección social que debe aprender el Estado es que dejar a la población en situación de pobreza extrema durante mucho tiempo es una especie de terrorismo de Estado que ha resultado muy desastroso para el Perú. Al actual gobierno se le ha transferido más de 200 conflictos sociales que anteriores gobiernos han mantenido sin resolver. Mientras se alcanzaba niveles superiores de crecimiento económico, la brecha entre ricos y pobres convertía a la economía peruana en una de las más desiguales de la región. Una transferencia realmente explosiva que no se denunció en su oportunidad.
De acuerdo con esta visión integral del problema del VRAE, la estrategia para resolver el conflicto debe ser de largo plazo. No solo capturar criminales y dejar a la población con el dilema de defender la democracia o calmar su hambre con el dinero del narcoterrorismo. La pobreza y la muerte conviven en el VRAE. Al Estado no le queda más que ser parte íntima del conflicto. El sector público debe implantar una colonia de pacificadores: un Secigra por la justicia y la paz. Un Plan de Desarrollo y Control del Crimen en el VRAE es de importancia decisiva para el éxito de una estrategia exitosa.