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REDES SOCIALES
Viernes 18 de mayo 2012

A qué llamamos Aprismo Ciudadano

Por: Carlos Armas Gamarra
A qué llamamos Aprismo Ciudadano
Foto: Difusion

Carlos Armas Gamarra

A una propuesta de renovación partidaria que refiere y va dirigida al campo de la acción política del Partido y sus militantes.

Ahora bien, sin lugar a dudas, históricamente, la conjunción de los términos Aprismo y Ciudadanía, por el significado y valor del primero, aparenta ser un pleonasmo, una redundancia, pues por naturaleza el Aprismo, puesto en práctica, representa el más perfecto ejemplo de ciudadanía plena que haya podido existir en el Perú. Sin embargo, al considerar la situación actual del Partido, en específico, y la política nacional, en general, nos damos cuenta que los partidos políticos, incluyendo el nuestro, están de espaldas a la realidad y que son otro tipo de organizaciones las que vienen haciendo política (entendida ésta, en sentido amplio, como la defensa y promoción de los derechos de las personas) y han ganado considerable terreno el importante espacio de la conciencia ciudadana, gracias la reducción de la acción política a la mera competencia electoral.

Como Partido, hemos olvidado que la política tiene otras dimensiones diferentes a la lucha electoral por el poder, y soslayamos el verdadero el valor y significado del “llegar primero a la conciencia del Pueblo”. Hemos caído en el juego de quienes no tienen partido, dejando que alejen a los partidos políticos de los múltiples espacios en donde la política se manifiesta en forma directa y no partidaria, bajo el simple argumento que son temas vecinales o de la “sociedad civil”, y no hemos sido capaces de responder a ello.

Hemos deshumanizado al Partido, tanto porque hoy es una institución política que, como tal, no atiende y no busca representar a la gente común en la solución de sus problemas, como porque al pensarlo como maquinaria electoral, olvidamos que más allá del ideal común por el que nos reconocemos como apristas, somos personas las que lo integramos, que somos una colectividad y no una masa, individuos y no soldados, menos autómatas, y que tenemos todos y cada uno de nosotros diferentes capacidades que potenciar y sueños propios que perseguir.

Si para Krippendorff[i] los politólogos y sociólogos – y él tiene ambas profesiones – analizan la sociedad sobre la base de grandes procesos históricos y económicos: análisis de clase, análisis económico, etc., haciendo del individuo algo más que un objeto de investigación que desaparece en la clase, en los procesos económicos, en la tendencia general[ii], en las últimas décadas – y en líneas generales – para el Partido la persona, el ciudadano común y corriente, no ha representado más que votos para ganar una elección, tanto que la acción política no se rige más por el principio de campaña permanente, ni está orientada en base a los grandes principios de nuestra ideología, sino más bien está condicionada a los procesos electorales que debemos afrontar. Más cerca está un proceso electoral, más nos acercamos a los ciudadanos. Más lejos están los procesos electorales, más nos alejamos de las personas.

Como en muchos aspectos, en la acción política del Partido y de sus militantes (en general), hemos invertido el orden de las cosas. Así, primero buscamos llegar a Palacio y luego pensamos en llegar a la conciencia del Pueblo. El resultado, aunque algunos no lo quieran reconocer, es que la situación actual del Partido no se debe a que el ciudadano nos haya dado la espalda electoralmente, sino a que nosotros, primero, le hemos dado la espalda a él no escuchándolo, atendiéndolo, no representándolo. Sólo reconociendo esto como una realidad, encontraremos nuestro punto de partida para empezar de nuevo con los mismos viejos y grandes principios de Justicia, Libertad, Igualdad, Solidaridad y Unidad.

Para llegar a Palacio hay que llegar primero a la conciencia del Pueblo (pero primero hay que “abrir” el Partido). La política desde abajo.

Y no puede haber renovación si antes no comprendemos ni valoramos en su total dimensión esta idea fundamental del Aprismo, que no es otra cosa que la definición de lo que debe ser la política aprista y el fin mismo de la política: el servicio al ciudadano antes que todo. Eso que Haya de la Torre describió como ser dignos del Pueblo y hacer que el Pueblo sea digno de nosotros, se ha perdido en una retórica que no encuentra eco en la acción.

Hoy, llegar a la conciencia del Pueblo, no es, ni debe ser otra cosa que llevar el Partido al ciudadano, entendiendo, para tal efecto, al Partido como un conjunto de propuestas propias (es decir, la materialización de nuestra ideología en cada aspecto de la vida diaria de las personas) que plantean soluciones concretas a los problemas de las diferentes comunidades, y, por supuesto, también contribuyen a plantear interrogantes.

La apertura del Partido, entonces, no pasa tanto por invitar a cualquiera a ser partícipe de nuestra organización (cosa que cada quien debe decidirla voluntariamente) y mucho menos por la flexibilización de inscripciones, sino principalmente por invitar a las personas a compartir nuestras propuestas de solución de sus problemas, hacerlas propias, promoverlas y defenderlas. Pasa por recoger las propuestas de cualquier persona, hombre o mujer, joven o adulto, incluso menores de edad, buscando representarlos, ayudándolos a concretarlas. Abrir el Partido es ser capaces de evidenciar la existencia de problemas que, por desconocimiento o ignorancia, una persona o una comunidad no perciben.

Quien cree que se trata de una competencia por “hacer” apristas a los peruanos, no ha descubierto aún que la acción militante, hoy en día, no pasa necesariamente por una militancia partidaria. Por ello, para llegar a la conciencia de la gente (y darles razones para militar en nuestro Partido) tenemos que pensar en “hacer” Aprismo antes que “hablar” de Aprismo. En eso, la importancia del ejemplo es fundamental. Podemos decir, si se quiere, que “se habla de Aprismo haciendo y no se hace Aprismo hablando”. Y esto no quiere decir en modo alguno que la ideología y la doctrina carecen de importancia o pasan a un segundo plano. Todo lo contrario. Nada reconoce más la importancia y valor de una ideología y una doctrina, que su puesta en práctica en la realidad, su transformación en propuestas. Nada resta más valor y daña a una ideología y una doctrina, que limitar su alcance e importancia a los ámbitos de lo teórico y la retórica.

Un interesante estudio realizado por Carlos Meléndez dio como resultado que aproximadamente un 56% de peruanos definitivamente no votarían por el Partido, mientras que alrededor del 16% probablemente votaría y un 15% probablemente no votaría por nosotros. ¿Qué hacer para convencer a ambos grupos de indecisos que definan su voto a favor nuestro? He ahí la gran cuestión, que no sólo requiere de una campaña electoral (corta, millonaria y efectista), sino básicamente de un trabajo diferente y sostenido en el tiempo, no sólo entre una elección y otra, sino entre un momento determinado y el futuro.

¿Cómo hacerlo? Primero, debemos aceptar, entender e interiorizar que la sociedad peruana no está más dividida ni identificada por clases, sino más bien por intereses y necesidades, y que éstos tienen alcances mayores o menores de acuerdo al tipo de interés del que estamos hablando. La seguridad, por ejemplo, es un tema de interés nacional que un rico o un pobre, un trabajador o un desempleado, un hombre o una mujer, y un adulto mayor como un adolescente, comparten. El saneamiento físico y legal de predios, por otra parte, es un tema que interesa a quienes cuyas casas no reúnen las condiciones mínimas requeridas para ser consideradas como viviendas dignas, como a aquellos que teniendo una vivienda digna no cuentan con un documento que certifique su propiedad. En ambos casos, si el tratamiento de estos temas requiere de una acción estatal a todo nivel, entonces la acción política debe ser también a todo nivel. Así, el Partido puede representar a los vecinos de una urbanización ante su municipalidad para que mejore el servicio de seguridad ciudadana, como al Ministro del Interior para que exija a la Policía Nacional que intervenga con mayor eficacia en la lucha contra el tráfico de drogas. Es posible representar a los pobladores de un asentamiento humano ante un gobierno regional para que construya e implemente posta médica, como para que gestione el saneamiento y titulación ante el gobierno nacional.

Para ello, en segundo lugar, tenemos que dejar de lado la idea de una política de resultados y pasar a una política de responsabilidad, pensando que hay cosas que tenemos que hacer, simplemente porque es nuestro deber hacerlas. Tenemos que promover y desarrollar toda iniciativa ciudadana de militantes considerando que: “La iniciativa de base pone al centro al individuo y da dignidad a la acción individual. La acción individual puede ser importante, cuenta cualquier cosa. No se necesita renunciar porque se piensa que la propia acción no tiene consecuencia y que se está solo entre millones de personas. Sin embargo es lo contrario: insistir en un movimiento de base, significa insistir sobre la dignidad de una acción individual. La dimensión de la política alternativa no puede sino ser tal incluso contra la política tradicional y la realpolitik que pone al centro los resultados. Dignidad del individuo y dignidad de la acción individual quieren decir también no preguntarse siempre si la acción puede producir efectos directos o inmediatos. Muchas de las acciones que realizamos no tienen un efecto directo y visible, pero contribuyen de todas formas con la dignidad personal. “He hecho algo positivo” es màs importante que decir “alguno debería hacer”: es mi acción y yo soy responsable por esto.”[iii]

Tercero, debemos prepararnos para ejercer al máximo los derechos de participación y control ciudadanos, así como el derecho fundamental de petición. ¿Cuántas ordenanzas municipales o regionales ha presentado el Partido (como Partido y no como gobierno) en los últimos diez años defendiendo o promoviendo los derechos de las personas? ¿Cuántos proyectos de ley hemos promovido? El silencio propositivo no sólo nos demuestra que hemos hecho muy poco en ese aspecto, sino además nos presenta un panorama vasto, un espacio amplio aún por explorar (y explotar) políticamente, una oportunidad para volver a la conciencia del Pueblo, ser dignos de él y hacer que sea digno de nosotros. Pero también, nos impone como obligación la capacitación del militante con objetivos concretos.

Y cuarto, como corolario de todo lo anterior, debemos crear y desarrollar campañas, “movimientos” (no entendidos como organizaciones políticas, sino como la movilización ciudadana en torno a temas de interés colectivo, principalmente “a favor de”, por ejemplo, más presupuesto en seguridad, la construcción de un muro de contención, la transparencia en la administración de los recursos públicos, la educación, etc.) a todo nivel de gobierno, que reflejen nuestra ideología en el análisis de los problemas y planteamiento de soluciones.

Ciudadanía y Aprismo.

Al inicio del presente artículo dijimos que el Aprismo puesto en práctica representa el más perfecto ejemplo de ciudadanía plena que haya podido existir en el Perú. Sin embargo, en la actualidad podemos comprobar (y debemos aceptar, aunque cueste y duela) que ese ideal, salvo actitudes individualizables, no se manifiesta más en la realidad.

Si entendemos el concepto de ciudadanía como la coexistencia y manifestación efectiva en una persona de deberes y derechos, y la asociamos con el ejemplo moral del Aprismo histórico, entonces notaremos que la definición de ciudadanía trasciende el simple reconocimiento taxativo de derechos, y se define principalmente en el goce y ejercicio real de los mismos, a la par del cumplimiento consciente de los deberes.

La teoría mazziniana del deber como concepto anterior y constitutivo de la existencia de derechos (sin la fuerte carga religiosa que Mazzini[iv] le atribuyó), tiene sentido en estos momentos de crisis en los que la acción debe reflejar un firme sentido de responsabilidad del militante con su Partido y del ciudadano con su comunidad, para luego exigir, con razón y justicia, el goce de sus derechos en una u otra instancia.

Por ello, la tarea que tenemos por delante tiene un doble alcance: i) hacia el interior del Partido, debemos trabajar para reafirmar en nuestra militancia su condición de ciudadanos plenos, de primeros ciudadanos (que no es lo mismo que ser ciudadanos de primera categoría, sino estar a la vanguardia del resto de ciudadanos) en una sociedad acostumbrada a exigir derechos antes que cumplir con sus obligaciones, y en una institución partidaria que requiere reformas de estructura que garanticen esa condición del militante; ii) hacia el exterior del Partido, es decir, hacia la sociedad, debemos enseñar a conquistar y garantizar el ejercicio y goce de sus derechos, pero principalmente el cumplimiento de sus deberes, asumiendo como premisa fundamental que el primer deber de cualquier persona es con uno mismo, con su familia y con la sociedad en su conjunto.

Construir un Aprismo Ciudadano, entonces, es recuperar nuestra identidad y el tiempo perdido, volviendo a ser quienes fuimos, recuperando la confianza de la ciudadanía y buscando ser una alternativa por igual para quienes desean militar políticamente a través de un partido político, como para quienes se contentan con ejercer una acción militante sin partido. Es decir, los apristas debemos hacer del Partido una instancia democrática abierta a cualquier ciudadano que quiera recurrir a nosotros para promover una iniciativa individual o colectiva, como militante del Partido o como simple ciudadano, y, a partir de ahí, llegar a la conciencia del Pueblo.

Podemos hacerlo, debemos hacerlo.

[i] Ekkehart Krippendorf, politólogo alemán, profesor emérito y docente de ciencia política de la Universidad de Berlín, profesor en las universidades de Harvard, Yale, Columbia en los Estados Unidos y Johns Hopkins de Boloña, Siena y Urbino en Italia.

[ii] Krippendorf, Ekkehart. La política parte dalle persone (La política comienza en las personas). En: Dopo la política. Democrazia, società civile e crisi dei partiti. P. 51. Edizioni dell’ asino, 2008.

[iii]  Ibid. Op. Cit. p. 53.

[iv] Giuseppe Mazzini, político italiano del siglo XIX, promotor de la unidad italiana y autor del célebre ensayo “Los deberes del hombre”.

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