El 17 de diciembre de 1996, al día siguiente de la toma de rehenes en la residencia del embajador japonés, el presidente Alberto Fujimori se reunió con los jefes de las fuerzas especiales, quienes le dijeron que estaban listos para un rescate inmediato, pero habría un 40% de rehenes muertos.
Fujimori decidió entonces que la operación se ejecutaría sólo si se rescataba vivos a todos los rehenes, y le dio a Inteligencia la misión de crear las condiciones para ello.
Un equipo de 36 agentes alquiló las casas vecinas a la mansión y gracias a su trabajo se pudo conocer al detalle la capacidad militar del enemigo, sus perfiles individuales, sus rutinas, sus planes, sus diferencias, etc.
Ellos propiciaron el ingreso de periodistas a la casa, para infiltrar entre los reporteros a un agente que constató cuántos secuestradores había, qué armas tenían, cómo habían cubierto los accesos a la casa, y dónde estaban los rehenes.
También introdujeron micrófonos ocultos en una Biblia, 15 escobas, 10 termos, una guitarra, etc.; y con ayuda de periscopios y cámaras diminutas colocadas en cables delgados, observaron y filmaron de cerca; escucharon y grabaron todo lo que se hablaba en la casa.
Al ver que dos terroristas jugaban fútbol todos los días con una botella de plástico, los agentes de inteligencia introdujeron en la residencia huaipe y cinta adhesiva con la idea de que algún terrorista hiciera una pelota de trapo. Resultó y así el fútbol se convirtió en la rutina que les costó la derrota.
Como la presencia de los rehenes japoneses en el primer piso obstaculizaba el rescate, nuestros agentes hicieron ruidos en el subsuelo cercano al cuarto de los nipones, para que los terroristas pensaran que iban a rescatarlos por allí. La treta resultó y los llevaron al segundo piso.
Todo este trabajo fue crucial para el éxito del rescate, sin embargo hoy es negado con la idea errada de que reconocerlo beneficia a Vladimiro Montesinos, algo absurdo, pues no se puede confundir a un sujeto con una institución. Este error indujo a Valentín Paniagua y a Alejandro Toledo a relegar al sistema de inteligencia, con las consecuencias que conocemos.
Un grupo de congresistas ha caído en el mismo yerro y pretende ahora marginar del proyecto de ley de reconocimiento y reparación a los comandos Chavín de Huántar a aquellos agentes que hicieron posible que el rescate se ejecutara de manera casi perfecta.
Persistir en este error es enviar un mensaje nocivo de desaliento a los hombres de inteligencia que trabajan hoy en el VRAE en defensa de la democracia y de la paz. Ya es hora de que los demócratas corrijan los excesos del pasado y de que volteen la página, en honor a la justicia, a la verdad, y por el bien del país.