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Martes 22 de mayo 2012

Reactualizando una agenda educativa

Por: Grover Pango Vildoso.
Reactualizando una agenda educativa
Foto: Medios

Hace unos días el Instituto de Gobierno de la Universidad San Martín de Porres promovió un panel de especialistas en educación. El encargo era recoger percepciones acerca de los desafíos de la gestión educativa en estos tiempos. Expusieron Idel Vexler, hasta hace poco Vice-Ministro; Santiago Cueto, investigador principal de GRADE; Hugo Díaz Díaz, planificador de prestigio; y quien esto escribe.

La suma y la riqueza de los enfoques ha sido una nueva oportunidad para subrayar la importancia que tiene no sólo la educación –asunto que es indiscutible- sino la necesidad de debatir sobre ella, porque es un asunto que, por su dinamismo, replantea cuestiones que no se agotan jamás. Mejor aún si el debate se daban en un auditorio compuesto significativamente por estudiantes de Maestría en Gestión Pública.

Los panelistas han expresado diferentes preocupaciones que bien podrían considerarse prioridades. Allí se juegan, entre otros, aspectos centrales como la eficiencia interna escolar y el desarrollo de los procesos cognitivos de los estudiantes; la calidad del desempeño docente; el discernimiento en enfatizar la educación inicial, la básica o la superior; la naturaleza de las reformas educativas en la actualidad o la importancia no excluyente de resultados frente a procesos.

Abierto nuevamente un debate de trascendencia y necesidad, estimo que existen unos aspectos que podrían ser denominados cuestiones previas, -aunque algunos pudieran  parecer obvios- como una posible contribución –personal en este caso- a la tarea de señalar cuáles son estos desafíos.

Los actores principales del proceso educativo son los mismos de siempre: en el centro se halla el estudiante con el acompañamiento principal de los docentes. Luego vienen los materiales educativos. Puede haber cambiado el “rol del docente”, la naturaleza de los conocimientos, la pertinencia de las habilidades y competencias de los estudiantes, la complejidad de los materiales (internet es muchísimo más que una enciclopedia), pero el “acto de educar” es, en lo básico, fruto de la interrelación educando-docente.

Es fundamental comprender que la humanidad sigue experimentando cambios espectaculares y que nuestra realidad tiene dos referentes: uno es el mundo externo y otro es nuestra realidad. A la primera hay que conocerla en todo lo que se pueda; pero nuestra responsabilidad total recae sobre la segunda. En esta particularidad es que conceptos como “calidad educativa” son universales, pero también relativos en tanto las realidades locales obligan a establecer particularidades.

Si bien es cierto la educación peruana nunca satisfizo nuestras propias expectativas, eso no nos autoriza a suponer que todo estuvo irremediablemente mal. Ergo, erraríamos al afirmar que todas las experiencias educativas anteriores son inservibles, aunque en su momento no hubieran tenido éxito. En condiciones diferenciadas y con los ajustes respectivos y aconsejables, lo que antes no funcionó puede funcionar ahora. Así como una misma medicina no tiene el mismo efecto en dos organismos distintos.

Por último, la incesante revolución tecno-científica incide poderosamente sobre la educación (sin olvidar que es el resultado de ella misma) y agrava la existencia de las brechas entre sociedades y entre individuos.  Salvo un desquiciado, nadie quisiera impedir estos avances; pero “por su culpa” se agrandan las brechas.

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