Es la derecha bruta y achorada, la que levanta el discurso del odio en el Perú. Odio a todo lo que signifique popular, izquierda democrática, progreso social, soberanía nacional, igualdad democrática.
Esta agresividad de la derecha y su enorme maquinaria publicitaria de desprestigio y destrucción, ha operado muchas veces para neutralizar a políticos y amaestrarlos. Alan García es un claro ejemplo. Solo una evidente fragilidad moral y endeblez en los principios ( en la calle se dice rabo de paja), provoca la rendición ante el poder conservador.
La moda "que las ideologías" ya no sirven, penetró en el APRA de mano de Alan García y ha creado una legión de "renovadores" que por aferrarse a la mamadera simularon su traición y claudicación con el llamado "pragmatismo".
En los últimos diez años, hemos visto como en América Latina surgen gobiernos de izquierda y centroizquierda, los cuales colocan en la agenda política los grandes temas del pensamiento Hayadelatorreano : Antimperialismo, integración, frente pluriclasista, economía mixta...mientras en el PAP-alanizado se rinde culto al "Perro del Hortelano", al "Bien común ciudadano", al "Dios mercado y las inversiones".
En el APRA de Haya de la Torre se leía a Manuel Gonzales Prada, se cultivaba una ética radical basada en la crítica y el ejemplo. Y Don Manuel, uso siempre un discurso confrontacional, opositor, de denuncia sin concesiones. En el Perú de su época, de la gran humillación por la derrota en la Guerra del salitre, Gonzales Prada hurgó las causas del desastre y levantó su látigo y prédica contra la oligarquía que embruteció al indio, contra los políticos que robaron impunemente, contra la Iglesia que nunca defendió los intereses peruanos ante el invasor.
Desaparecido Luis Alberto Sanchez, el discípulo de Gonzales Prada, en el APRA ya no hubo interés en la vigencia de Don Manuel. Cundió la complicidad con la corrupción, y la cultura chichera tomó posesión del APRA, en versión viveza criolla.
En el APRA Alanizada se lee a Aldo "Mariategui" y a la comentocracia derechista y racista. Son los nuevos referentes del Alanismo, pero ese es otro tema.
A Gonzales Prada en su época también lo atacaron, intentando destruirlo desde el civilismo, los plúmbeos intelectuales y descarados políticos que se vendieron al invasor chileno. Lo llamaron ciego, peligroso radical, incendiario, ateo, pederasta (por su matrimonio con Adriana de Vernoil), pero sobre todo lo acusaron de insuflar "el odio" en el Perú. Y Gonzales Prada, lo único que hizo fue llamar "ladrón" a quien lo merecía, "mentiroso" al farsante profesional, "traidor" a los vendidos al invasor chileno. El maestro rompió el pacto infame de hablar a media voz.
La ambigüedad, la actitud gelatinosa, el oportunismo, la vocación por la servidumbre y la palmadita en la espalda, han hecho mucho daño al APRA. Con el Alanismo se restauró el pacto infame de no decir las cosas por su nombre. Fue el camino a la debacle moral y su mayor expresión: La claudicación política, la claudicación de las ideas Hayadelatorreanas.
Pero también están los "institucionalizados" que hablan de un APRA, de una fraternidad y una militancia que ya no existen. Lo que hay es un vulgar remedo no para crear militantes, sino carneros o lobotomizados. Es gente que tiene miedo a "morir" fuera del partido, porque no han conocido otra cosa, lo cual es una forma de perversión sicológica. Redujeron sus vidas a una institucionalización castradora que les enseñó a obedecer y a creerse parte de un proceso histórico-político, cuando solo son el instrumento barato de políticos corruptos y diestros en la manipulación emocional, institucional y discursiva.
Pero el APRA histórica puede resurgir, siempre y cuando sean otros hombres y mujeres y otra actitud política los que dirijan al PAP. De momento eso no es posible.
No es odio entonces, es radical indignación, no retórica que busca apoyos a una integración falsificada, sino que clama reconstrucción desde los valores, la ética y la historia, aunque en términos del aparato no sea mayoría..
Pero este discurso genera miedo porque se caen las certidumbres de los "institucionalizados" y se pone al descubierto lo que anima a los defensores del alanismo, la caliente mamadera del Estado. La reacción es el ataque personal como la mejor defensa ante el miedo.