La reacción del Humalismo, el reinventado, es decir el de la pareja presidencial; su ejecutor coactivo, el Premier Valdés y su barra brava, la patronal minera; ha sido responder a las protestas sociales, en la provincia cusqueña de Espinar; con garrote policial y detención judicial. Ejercicio de la autoridad ante la zozobra que crea la turbamulta, reza el discurso oficialista, recibiendo el aliento de parte de los “opinadores” acantonados en los distritos financieros de Lima, lejos del campo de batalla.
¿Es un acierto y el punto de inflexión para imponer el capital ante los levantiscos? Pienso que es una torpeza antes que una demostración de dureza en la acción. No es que me guste el mesas de diálogos “style”, improductivas, no sirven más que para dar empleo a los “charlistas” profesionales. Lo que pasa es que la solución del ajuste de cuentas, no es universal, no todos la pueden aplicar, menos aquellos que fueron azuzadores de la protesta hasta hace poco, con un lenguaje que combinaba la ramplonería con la coprolalia, que es el caso de Ollanta Humala.
Los seguidores que lo alentaron en la campaña electoral, y le dieron un voto en primera vuelta mayor al 50%, como sucedió con toda la macrorregión sur, se sienten traicionados y se van a endurecer con la represión. El futuro cercano nos va deparar más convulsión social que la actual. Para reconquistar a los aliados de antes, tendría que haberse predicado el nuevo discurso.