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Martes 05 de junio 2012

Mejor gobernar que presidir

Por: Grover Pango Vildoso.
Mejor gobernar que presidir
Foto: Medios

Estados Unidos de América, México o Brasil son países bastante grandes y con una organización política federativa, estructurada en base a Estados. EEUU tiene 50 estados y 309 millones de habitantes; por su parte, Brasil cuenta con 26 estados federados con una población de 192 millones; México tiene 32 entidades federativas y lo habitan 113 millones de personas. Por su PBI, EEUU es aún la primera economía del mundo, Brasil ocupa el sexto lugar y México el décimo cuarto.  En cuanto a su extensión territorial, EEUU es  tercero o cuarto en el mundo –después de Rusia y Canadá, en disputa con China-, Brasil el quinto y México el décimo cuarto de nuevo.

Nuestro querido Perú es bastante o algo menos grande que estos tres gigantes no sólo continentales. A diferencia de ellos no somos un país federalizado y  --contraviniendo el mandato de las leyes--  no hemos logrado conformar hasta ahora ninguna región. Tenemos 25 “gobiernos regionales” sobre un número igual de los departamentos realmente existentes y un régimen especial para Lima Metropolitana, municipio con funciones de gobierno regional. Bordeamos los 30 millones de habitantes, ocupamos el puesto 54 por nuestro PBI (FMI, 2012) y ocupamos el vigésimo lugar en tamaño territorial en el mundo.

Visto de otro lado, somos una economía emergente. El mundo entero reconoce nuestra biodiversidad y nuestros inmensos recursos minerales. Asombramos  a la humanidad con nuestras culturas, Machu Picchu es una maravilla para todos y nuestra cocina está entre las cinco mejores del mundo. Y la pobreza sigue disminuyendo del 30,8% (2010) a 27,8% (2011) según muy recientes datos del INEI (mayo 2012).

Todo lo dicho pretende ayudar a pensar en la importancia que tienen, frente a sus respectivas jurisdicciones, los denominados Presidentes Regionales. Algunos debieran poner bien los pies sobre la tierra y, enfrentándose a los embriagadores efluvios que ofrece el poder, así como a toda laya de complejos, adquieran claridad sobre la trascendencia de sus actos. Que decidan actuar y servir pensando en el país que merecemos ser, de cara a estos tiempos, conciliando con sabiduría (y humildad, que es su requisito) los rasgos de una identidad que debe preservarse en el vértigo de un mundo que no cesa de cambiar.

Es tanta su importancia que debieran dejar de llamarse “presidentes regionales” para denominarse, con propiedad, GOBERNADORES. Porque de eso se trata: de gobernar. También como referencia, en los tres países arriba mencionados sus entidades federativas están dirigidas por Gobernadores, no presidentes. Lo mismo ocurre en Colombia, en Argentina y Venezuela (que son federales).

Si el argumento fuera que la denominación “gobernadores” sólo corresponde a los países federados, debiera recordarse el caso de Colombia y que en Chile los Gobernadores se encargan de espacios menores, las provincias, mientras las regiones son conducidas por Intendentes. En nuestro caso no será difícil devolver el nombre de Prefecturas a lo que hoy son Gobernaciones y se designan, no se eligen.

Es decir, aunque pareciera una mera cuestión de nombres, renunciemos a esta barahúnda y dejemos que el país tenga UN SOLO PRESIDENTE, el de la República, que es el primer ciudadano y debe ser el primer servidor. Y en las regiones –que todavía no son tales- que gobiernen los Gobernadores. Y que lo hagan bien.

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