Tras el fatalismo, lo cierto es que los peruanos necesitamos saciar nuestra sed de triunfo. Y eso lo refleja cuando el fútbol nos une. Nos nivela a todos. Necesitamos caricias, las psicológicas, que elevan la autoestima nacional. Eso, los peruanos lo llevamos en nuestra sangre de Estadio. Porque los futbolistas entrenan y se la juegan. Los políticos, no.
Por eso, el mandatario Ollanta Humala se puso las pilas y fue a alentar a los muchachos en voluntariosa actitud que lo enaltece. Sólo que los presidentes peruanos últimamente “salan” a los representativos, o cuando menos, los resultados. Poncio Pilatos, a veces, resulta recomendable, porque los políticos dividen y el fútbol nos une.
Por eso es que Alan García no se aparecía así nomás en los estadios a no ser para inaugurarlos. El General Velasco tampoco se apareció y tuvimos una clasificatoria sostenida. Allí, las del 70, por ejemplo. Entonces, Rubiños en el arco, la defensa es colosal con Nicolás Fuentes, Orlando La Torre y el granítico capitán Héctor Chumpitaz. En la media, Mifflin y Roberto Chale, el Nene Cubillas, Cachito Ramírez y el gran Perico León. Morales Bermúdez, hasta se puso la bicolor, en la cancha, trago en mano. Hay que reconocer, a su manera, estaba en la ola del soberano. Fervor, garra, corazón peruano. Hoy, tenemos señoritos que prefieren la banca a jugar. Se guardan para Europa. Lo que no saben por ejemplo los millonarios Claudio Pizarro como Jefferson Farfán es que Europa ve de lejos a los héroes nacionales y focaliza actitudes.
Como la de Paolo Guerrero, que se juega entero y es bienquerido en el alma nacional. Los Mendoza cobran por cada gol. Pero, para jugar al fútbol, un corazón muy grande uno debe tener. Hay un ritmo de cosas sucedidas en la historia humana. De candidatos talentosos y nada triunfantes. Es inútil defender ¿al Mago Markarian? Los cambios al final del partido, denotaron falta de estrategia y táctica. Nos agarraron fríos. Nos voltean el partido. Una especialidad muy propia de argentinos y chilenos que nos sorprenden al inicio, a la mitad y al final del partido. Es sabido. Nuestros olvidos crónicos. Ningún tiro al arco. ¿O sí? Y esta pretensión de llegar al arco jugando fulbito y cargando ¿por qué, no? Un frigider.
Publicado el 06 de junio de 2012 en el diario La Razón.