Cajamarca, ¿Quién pierde más?

Aquel maravilloso Discurso en el Politeama (1888) de don Manuel González Prada fue leído por un niño llamado Gabriel Urbina. Fue así porque don Manuel quiso poner en labios de “los que pisan el umbral de la vida” una sanción moral para quienes nos habían  conducido a la derrota en la guerra del Pacífico. El Perú de entonces hacía campaña para recolectar fondos y pagar la recuperación de Tacna y Arica, según el procedimiento del Tratado de Ancón. Por ello decía el pequeño lector: “el niño quiere rescatar con el oro lo que el hombre no supo defender con el hierro”.

Tales las formas y el estilo de González Prada, cuyo pensamiento nutrió a los más poderosos pro-hombres del siglo XX, ya para enfrentarlo o para superarlo. En las palabras de un niño se simbolizada todo el dolor y la indignación por los errores políticos y las divisiones internas que habían quebrado al Perú y que don Manuel venían señalando sin tregua.

Con tales ejemplos resulta una macabra caricatura, una deformación insoportable, que algunos niños hayan sido utilizados en Cajamarca para “protestar” por los problemas mineros aún no resueltos. Dice muy mal de profesores, padres de familia y autoridades que –seguramente con el afán de impresionar a la opinión pública- consientan en mostrar a sus niños no sólo dejando de ir a clases, sino portando carteles y haciendo coro de las arengas por las calles.

Y no es deplorable únicamente porque se utilice niños para ser parte de las protestas sobre asuntos que de seguro no comprenden (como tampoco comprenden varios adultos, según puede verse), sino porque evidencia el deterioro de la INTERMEDIACIÓN social y política en que se ha sumido nuestro país. Quedan muy mal parados los parlamentarios, los partidos políticos, los intelectuales destacados, los colegios profesionales, las universidades, los clubes departamentales en Lima, las asociaciones de gobiernos subnacionales y Dios sabe quiénes y cuántos más, cuando se echa mano de la huelga con tantísima frecuencia.

¿Ya no hay interlocutores solventes que prueben la seriedad de los argumentos de la parte que se siente afectada? ¿No tienen los representantes y las autoridades otro expediente que no sea la paralización y la casi inevitable violencia? ¿No hay recursos diferentes, progresivos, novedosos que dejen a la huelga realmente como el último y desesperado recurso?

Cabe meditar, además, que si la huelga tuvo en sus orígenes históricos la finalidad de perjudicar los intereses de los patrones al paralizar la producción, corresponde preguntarse a quiénes hacen daño más daño las paralizaciones que se viven en Cajamarca desde hace más de dos semanas.  Es imposible imaginar que Gregorio Santos ignore que está dañando más a quienes dice defender. Que en esta “protesta” pierden más los pequeños comerciantes y los campesinos; que muchos hogares se quedan sin el sustento diario; que los taxistas se quedan sin usuarios y  los restaurantes sin comensales. Y hasta quienes venden periódicos y golosinas o lustran zapatos se quedan sin clientes. Los empresarios mineros dejarán de ganar un tiempo por allí, pero por otro lado compensarán sus pérdidas. ¿Y los pobres, cómo compensan?

Especialmente, cuando los niños dejan de ir a clases, ¿a quiénes se está castigando?