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Martes 12 de junio 2012

¿Y dónde está la estrategia?

Por: Dora Fernández (*)
¿Y dónde está la estrategia?
Foto: Cesar Revilla

De la época del terrorismo en Perú guardamos recuerdos dolorosos. En mis oídos aún resuena el llanto de aquella madre huantina, cuyos hijos fueron secuestrados a medianoche por los senderistas. Así como el relato de las mujeres violadas en las zonas altoandinas. Recorrí Ayacucho y sus comunidades y en el orfelinato Andrés Vivanco pude ver como en horas de recreo los huerfanitos, hijos de los policías asesinados, compartían con los vástagos de los terroristas, como si fuesen hermanos. Estaban en la edad de la inocencia. Según El Comercio, 10,685 muertes ocurrieron en esta ciudad.

En Lima eran comunes los apagones, los cateos de los miembros del ejército en horas de la noche, en búsqueda de sospechosos, durante el estado de emergencia. Abundaban las noticias sobre torturas y asesinatos. Varios corresponsales fueron victimados. Uno de ellos, Jaime Ayala, era de Huanta, donde murieron 2,032 personas.

Muchos conocemos estas historias, amamos la paz y respetamos los derechos humanos y por eso deseamos que nunca más retorne el miedo. Perú actualmente es un país con un futuro prometedor. Atrás quedaron dos décadas perdidas por la insania de Sendero Luminoso. La captura de Abimael Guzmán en 1992 y siete años después de Feliciano, líder del MRTA, cambiaron el curso de la historia y logramos un desarrollo reconocido a nivel mundial.

Algunos sediciosos cumplen condenas, otros fueron liberados, aquellos que huyeron se refugiaron en las montañas y la Amazonia. Fujimori frenó la subversión mas esta no desapareció. Sus huestes, al perder el subsidio de la comunidad internacional, se aliaron con los narcotraficantes por dinero. Así obtuvieron armas, vehículos y equipos sofisticados.

Una prueba de ello es lo ocurrido el 9 de abril, cuando 40 narcoterroristas ingresaron a Kepashiato, La Convención (Cusco) y secuestraron a 39 trabajadores del Proyecto Camisea. Al no lograr su cometido decidieron liberarlos, pero las fuerzas armadas fueron tras los sediciosos y en el enfrentamiento murió la oficial Nancy Flores Paucar, copiloto de un helicóptero. Tres suboficiales habrían sido abandonados en pleno combate.

Ante la liberación de los plagiados, el Presidente consideró exitosa la operación Libertad. Hubiese sido deseable. Pero días después unos periodistas que buscaban en la selva de Alto Lagunas un helicóptero derribado lograron entrevistar al senderista Martín Quispe Palomino “Gabriel”, resguardado por hombres con metralletas PKT. Este se atribuyó el derribo de la nave y la muerte de los efectivos policiales.

Al poco tiempo aparecía el suboficial Luis Astuquillca Vásquez, auxiliado por dos mujeres machiguengas y posteriormente cerca de Kiteni, el padre del suboficial César Vilca Vega, con ayuda de una pareja de nativos de esas comunidades encontró el cuerpo mutilado de su hijo, dando paso a una serie de interrogantes.

A nosotros nos preocupa el avance del terrorismo, pues podría significar un retroceso en nuestro crecimiento. Los últimos acontecimientos han evidenciado que no existe una estrategia cohesionada. La prensa reveló que del 2008 al 2011 murieron 71 miembros del ejército, cuyas edades no superan los 22 años. Jóvenes suboficiales, soldados o reenganchados para combatir a los narcoterroristas en el VRAE a cambio de 900 nuevos soles mensuales. ¿Existe un déficit de personal entrenado para enfrentar a los subversivos en el valle de los ríos Apurímac y Ene, o se trata de un nuevo esquema de ataque? Las autoridades han admitido públicamente las carencias institucionales. El presidente Ollanta en campaña ofreció pacificar esta zona en el 2016, pero con apoyo multisectorial.

El gobierno maneja el tema como secreto de Estado, mientras nuestros soldados sacrifican sus vidas y nos preguntamos dónde está la estrategia, porque detrás de estos episodios sangrientos existe un conflicto social que hasta ahora no ha sido abordado. Es necesario estructurar un programa que represente al Estado en el área educativa, sanitaria y de seguridad alimentaria, que contrarreste la incursión senderista.

Además hay que considerar que en la selva no están solamente los narcoterroristas, también habita gente pacífica que pertenece a los diversos grupos étnicos que tienen a este territorio como su hábitat natural y que la presencia del narcoterrorismo compromete y pone en peligro su tranquilidad y existencia.

(*) Periodista peruana.

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