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Jueves 14 de junio 2012

Pobre Cajamarca

Por: Marcos Ibazeta Marino.
Pobre Cajamarca
Foto: periodismoperu.com

La politiquería irracionalmente desatada no termina generando ningún beneficio sino únicamente provocando una tremenda destrucción y atraso. Es comprensible el temor de las poblaciones a que se contaminen sus aguas, no tanto porque se opongan a la actividad minera, sino porque de “facto” miles de mineros informales, sin control alguno, contaminan lo que les da la gana impunemente, pero también la desconfianza surge por el pasado abusivo en cuyo tiempo las grandes mineras imponían abusivamente condiciones y con un alarde inaceptable de poder aplastaban cualquier reclamo tanto en lo político como en lo judicial o en lo administrativo que los ciudadanos planteaban.

Sin embargo, en los últimos tiempos hemos asistido al surgimiento de una nueva mentalidad empresarial más conectada con la población y sus necesidades, traducida en una contribución económica directa con cuantiosos fondos que deberían materializar grandes obras para el desarrollo local y el empleo de moderna tecnología para evitar daños ambientales. En este nuevo entorno se han enfrentado dos posiciones: la que responde a hechos pasados como si fueran presentes para justificar su formulación ideológica y métodos de violencia contra lo que signifique gran inversión y, la otra, que trata de construir y mejorar lo que tenemos en el presente con mecanismos de control cada día más eficaces para prevenir y evitar daños o para hacer que estos sean minimizados en costos y tiempo pero adecuadamente indemnizados.

Estamos de acuerdo en que el diálogo es el medio idóneo para avanzar en la tarea de construcción de un perfecto equilibrio entre inversión minera formal y el respeto del medio ambiente pero teniendo en cuenta que el asunto es eminentemente técnico y no político de modo que hay que superar la paradoja que lo político que busca el bienestar general se imponga irracionalmente sobre lo técnico con efectos colaterales muy dañinos, irreparablemente dañinos. Desconocemos el monto de las pérdidas que el paro cajamarquino está produciendo en los productores de leche en las cuencas respectivas, es más que evidente que no hay turismo que se desplace hacia la zona y, por ende, sus restaurantes, hoteles, agencias de turismo, transportes y demás negocios locales van a terminar casi quebrados y con deudas que no sabemos quién las pagará.

Ya los ultras lograron en 1988 parar la explotación del gas de Camisea con la misma historia. Es hora que Cajamarca despierte (con información del diario Expreso).

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