El día del padre

LA IGLESIA Católica ha demostrado históricamente una profunda afición por meterse en complicaciones extras a su ya oscuro apostolado del Superser de blanca barba. Por eso, si ya es complejo el monoteísmo van y lo lían con lo de que Dios es uno y trino y que el creyente tiene tantas posibilidades de entenderlo como el chaval de capturar el Océano en el charco. La virginidad de María es otra trampa para elefantes excavada por la Iglesia patriarcal que ve en las mujeres seres impuros objeto de bajas pasiones, exclusión hecha de la madre, hermanas e hijas del hablante. Será una leyenda anticlerical, pero recuerdo haber leído que un teólogo español propuso la sustitución por malsonante del adjetivo inmaculada por inmaculínea.

La consecuencia paradójica de la virginidad de la madre de Dios son los hermanos de Jesús en diversos pasajes sagrados y la figura de José de Nazaret, obrero de la carpintería de humilde origen hasta que las genealogías de Mateo 1:1-17 y Lucas 3:23-38, comienzan a presentarlo como descendiente del Rey David, faltaba más. De modo que el no padre es el patrono de la familia y el día del marido virginal se homenajea al padre. Pío IX lo proclamó patrono de la Iglesia universal en 1870 y Pío XII (el nazi) lo hizo patrono del trabajo obrero en 1955, para superponerlo al día internacional de los trabajadores rojos e impíos. Para mayor ironía, la Iglesia lo ha declarado también protector contra la duda.

El Vaticano tiene estas cosas. Por ejemplo, ponen la Semana Santa en función del calendario lunar y luego se sorprenden de que les llueva todos los años.

Desde hace tiempo es –en España– el día del padre del dueño del Corte Inglés, que se pone ciego a vender corbatas, cinturones, gorras, carteras y chorradas varias que el amor filial tributa a los hacedores de sus días.

Aquí, en Camelot, pensamos que mejor sería celebrar el 19 de marzo la Constitución de Cádiz, escrita con la pluma en una mano y el trabuco en la otra, en lugar de tanta historia putativa, con la satisfacción de tener una democracia que –aunque últimamente funcione como ventilador de la mierda– no la va a truncar ningún Rey felón de los que jura con los dedos cruzados.

Dicho esto, felicidades a los Pepes y las Pepas (Con información del diario El Mundo).