¿Economía verde?
Ollanta Humala participó en la Conferencia de Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible Río+20 en Brasil. Intervino en la reunión plenaria e inauguró el pabellón de Montañas. Pudimos contarlo entre los 130 jefes de Estado y Gobierno responsables que asistieron, junto al conjunto de instituciones y organizaciones. Más de 50.000 personas y notorias y lamentables ausencias.
Hace veinte años la cumbre Eco 92 de la ONU alertó sobre los peligros que afectan cada vez más la vida en el planeta si el mito del crecimiento económico indefinido continúa dominando las políticas económicas. Y sobre todo si el consumismo irresponsable y la industrialización siguen siendo descontrolados y depredadores. El planeta es finito, los ciclos vitales de reposición de los recursos naturales son destruidos y los cambios climáticos pronto serán irreversibles, afectarán especialmente a los más pobres, añadiendo nuevas dimensiones de injusticia social.
Los gobiernos se comprometieron al desarrollo sostenible del planeta. Los líderes mundiales firmaron tres convenciones internacionales sobre cambio climático y biodiversidad, además de la conocida Agenda 21. Las multinacionales, grandes agentes de la degradación ambiental, quedaron bajo vigilancia.
Río+20 quiso renovar y revisar estos acuerdos centrándose en las desigualdades sociales y en el consumo de recursos naturales. Un planeta con 7.000 millones de habitantes de los cuales una quinta parte vive con menos de 1,25 dólares al día, con dos millones y medio que carecen de servicios higiénicos, con mil millones que pasan hambre, con un desorbitado aumento de las emisiones de gases, no pueden dejar de llamar la atención de la ONU en una cumbre tan urgente como necesaria. Por ello sus debates se dividieron en siete grandes bloques: agua, alimentos, ciudades, desastres, empleo, energía y océanos. El mundo crece pero sus recursos se agotan. El debate sobre la sostenibilidad va más allá del cuidado de la naturaleza y más allá de las voluntades y de la ambición por la ganancia del capitalismo.
No ayuda al optimismo la ausencia de los tres nombres claves para cualquier acuerdo mundial de largo alcance: Barack Obama, David Cameron, y Angela Merkel a lo que se agrega el desinterés de los altos dirigentes chinos. Occidente está más preocupado en resolver su grave crisis económica financiera. Y aunque es evidente que la sostenibilidad debería marcar el ritmo del mundo post crisis lo dramático es que el medio ambiente ocupa ahora un lugar menos relevante en la preocupación de los ciudadanos. Un informe de la ONU constata que en los últimos 30 años, de las 90 metas establecidas globalmente, sólo cuatro tuvieron progreso significativo: la eliminación de algunas sustancias químicas, la reducción del plomo en los combustibles, el acceso a agua y el aumento en los incentivos a la investigación.
El nuevo documento pretende nuevos métodos para reducir los umbrales de pobreza en el mundo y el ritmo de consumo de los recursos naturales. Pero más importante es devolver a la agenda internacional el debate de la sostenibilidad.
Diferentes ONGs han criticado el documento final de Río+20 y calificado la Cumbre como fracaso de liderazgo por su poca ambición y por no haber definido el financiamiento del desarrollo sostenible. Lamentaron la "poca claridad" del proceso de establecimiento de metas. “La declaración de Río+20 no hace lo suficiente para colocar la humanidad en una senda sostenible. “Entiendo la frustración", dijo la ex ministra noruega Gro Harlem Brundtland, quien presidió la comisión de la ONU que hace 25 años creó el concepto de desarrollo sostenible. Lamentó que los jefes de Estado y de Gobierno reunidos en Río hayan ignorado que los recursos naturales ya están en límites prácticamente irreversibles.
"Este documento final no es la respuesta que necesitamos para proteger a las personas y al planeta", comento la organización que tiene a Nelson Mandela como líder de honor y cuenta entre sus miembros a Kofi Annan y Jimmy Carter.
En un intento de acallar las críticas, la ONU presentó una propuesta de un nuevo un nuevo indicador para la sostenibilidad, el Índice de Riqueza Inclusiva (IWI, sigla en inglés) rebautizado como PBI verde. Entre las variables para calcular el Índice de Riqueza Inclusiva, la ONU seleccionó los activos de un país como el "capital manufacturado" (infraestructuras, bienes e inversiones), el "capital natural" (combustibles fósiles, minerales, bosques, pesquerías y tierras para la agricultura) y el "capital humano" (educación y habilidades). ¿Cómo entender este novedoso PIB verde?. En los últimos 20 años el PBI de China, Estados Unidos, Sudáfrica y Brasil creció significativamente pero su capital natural se vio mermado. De 20 países analizados, Japón es el único que no redujo su capital natural.
La conferencia Río+20 tuvo dos ejes temáticos, la economía verde en el contexto del desarrollo sostenible, y la erradicación de la pobreza y el marco institucional para el desarrollo sostenible. La primera fue uno de los temas polémicos. Las naciones desarrolladas pretenden imponer una propuesta alternativa que es en realidad un negocio. Basan su estrategia en el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), que considera que la economía verde debe mejorar el bienestar del ser humano y la equidad social y reducir significativamente los riesgos ambientales. El programa habla de una economía baja en el uso de combustibles fósiles y socialmente incluyentes.
Pero en la propuesta hay muy poco o nada verde, más allá del color de los dólares que esperan ganar los que la promueven. La ofensiva del capitalismo global por privatizar y mercantilizar masivamente los bienes comunes paradójicamente tiene en la economía verde su máximo exponente. Una de las estrategias del capital para recuperar la tasa de ganancia consiste en privatizar los ecosistemas y convertir "lo vivo" en mercancía. En Río+20 los poderosos buscaron un nuevo gobierno medioambiental internacional que consolide la mercantilización de la naturaleza y despeje el camino a las empresas transnacionales para apropiarse de los recursos naturales, legitimando prácticas de robo y usurpación. Aunque la iniciativa del PNUMA plantea que la actual crisis es una oportunidad para reencaminar la economía mundial por el sendero del desarrollo sustentable no hay documentos con un análisis serio sobre el punto.
Los grandes medios de comunicación en el Perú trataron el tema de la cumbre de forma diminuta y superficial, muy reveladora de los intereses que hoy controlan la opinión pública. Y ello pese a que en la cumbre se debatieron problemas decisivos para el futuro como el cambio climático; el acceso al agua; la calidad y la cantidad de los alimentos disponibles ante las plagas del hambre y la desnutrición; la justicia ambiental; los bienes comunes de la humanidad y la validez de los conocimientos populares, en la búsqueda de justicia ambiental. La selectividad de los contenidos que difunden algunos medios demuestra con claridad los riesgos que corremos cuando la opinión pública se reduce a la opinión que se publica.
Afirma el Banco Mundial, en su informe “Sostenibilidad ambiental para el crecimiento económico y bienestar social en el Perú”, que “el buen manejo de los recursos naturales y la protección del ambiente son esenciales para el desarrollo del país”. Este informe nos indica que el Perú tiene una riqueza natural excepcional, y que aproximadamente el 15% del PBI depende de los recursos naturales. Constata que el costo económico de la degradación ambiental en nuestro país equivale al 3,9% del producto bruto interno. Y que existen amenazas graves por el constante deterioro del planeta como producto del descuido de los seres humanos con su entorno.
La población peruana desconoce las propuestas llevadas por nuestras autoridades al evento y sobre todo cómo enfrentaremos los grandes problemas allí mencionados. La salud de la Tierra no está bien y la nuestra como país tampoco.