El martes, en programa de RPP, hablamos de indulto y sostuve, lógicamente, que tiene la majestad de la cosa juzgada irrevisable. Que cuando está expedido y publicado en el diario oficial, es intocable. Eso es lo que sucede con la gracia a Crousillat, razón por la cual vaticino que el Poder Judicial y el Tribunal Constitucional reivindicarán su vigencia. En el Perú, entre 1977 y 2006, se han expedido más de quince mil indultos, ninguno ha sido dejado sin efecto.
Durante el debate, entre Guido Lombardi y yo, surgió un tema en torno al presunto indulto de José Santos Chocano. Lombardi sostuvo que Chocano sí tuvo la intención de matar a Edwin Elmore Letts y que fue al diario El Comercio presa de ira con ese fin. Sostuve lo contrario, que nunca quiso matarlo. La posición de Chocano era verbal. Decirle por ejemplo, telefónicamente: “¿Hablo con el hijo del traidor de Arica?”, o “desgraciado joven: aunque no tiene usted la culpa de haber sido engendrado por un traidor a la patria, tengo el derecho de creer que los chilenos han pagado a usted para insultarme”. Todo era verba et non opera.
Por Ley 5642, del 31 de enero de 1927, se mandó cortar el proceso penal que se le seguía por la muerte de Elmore. El caso quedó judicialmente indeciso, virtualmente amnistiado, inexistente. El Poeta de América se negó a aceptar el indulto cuando se enteró que el presidente Augusto B. Leguía estaba dispuesto a solicitarlo del Congreso, entonces, el fuero competente para esa solución. El Tribunal Correccional, en junio de 1926, lo había condenado a tres años de prisión y dos mil libras peruanas por concepto de reparación civil.
Todo eso fue papel mojado en tinta. La verdad es que Chocano no intentó matar a Elmore en el hall de El Comercio. Ante la actitud desafiante de Elmore veinte años más joven, el poeta extrajo su revólver en un gesto espectacular y aunque en el juicio penal tuvo jactancias matarifes, la verdad es que en privado siempre dijo que nunca tuvo el propósito de matarlo. Por eso, en una carta a Joaquín García Monge, publicada en Excelsior el 20 de diciembre de 1926, señaló: “Cumplo con manifestarle que si un escritor de contraria ideología hubiera sabido invitarme a ello -como se lo dije a cierto penalista español-, yo no hubiera reparado en ofrecerle que mi primer acto, al recuperar mi libertad, sería el de irme a arrodillar ante la tumba de Elmore, cuya muerte lamento más sinceramente que los que la explotan, para pedirle perdón por lo que, sin embargo, Dios y él saben que no intenté hacerle”.
Hago énfasis en las últimas frases “Dios y él (Elmore) saben que no intenté hacerle”. Esas frases sinceras y dramáticas no han sido jamás enaltecidas ni reivindicadas y se ha querido dejar a Chocano como un genio matonesco. Muy lejano a la verdad.
Publicado el 26 de junio de 2012 en el diario La Razón.