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REDES SOCIALES
Sábado 30 de junio 2012

[México] ¿Votar o no votar?

Por: Rodrigo Labardini.
[México] ¿Votar o no votar?
Foto: Referencial

Mañana tiene lugar un hito en México: las elecciones. Se decidirá conscientemente o no, con plena voluntad o no, pero la historia de México será decidida. Candidatos a senadores y diputados locales y federales. De manera relevante se definirá quién será el Presidente de México por los próximos 6 años.

¿Por qué debemos optar? ¿Sufrir la fortuna de nuestros tiempos y dejar que nuestro futuro sea decidido por otros? ¿Sobrellevar el transcurrir de seis años en los que no decidimos pero sí respiramos? O acaso ¿debemos rebelarnos contra no un mar de desdichas sino contra el marasmo de nuestra abulia social porque estamos acostumbrados a que otros –caciques, congresistas, ambulantes y más– decidan por nosotros? Más aún, ¿tenemos el compromiso para enfrentar a todos y desaparecer con ellos porque estamos convencidos de la validez e importancia de nuestro voto en medio de ochenta millones de votantes?

¿Morir? No hace falta. La desidia cívica parece definirnos. ¿Dormir? Cuando el futuro no lo tomamos activamente y no votamos, vivimos cotidianamente el sueño de alguien más, de alguien que sí votó.

¿Votar? Representa una acción individual, personalizada y la convicción y satisfacción propias de haber hecho lo que a nosotros toca. Una labor bien hecha. ¿Por quién? Es decisión única. Pero votar significa que estamos dispuestos –por lo menos con un voto– a empezar a tomar nuestro sino en nuestras manos. Es una muestra del comunitarismo que debemos vivir. Comunitarismo como expresión de la preocupación y atención que todos debemos tener con nuestra familia, nuestros amigos, nuestros conocidos y toda la gente que nos rodea. Ese voto ejemplifica que estamos dispuestos a expresarnos, a decir lo que pensamos, y que así como nosotros, los demás también lo harán.

Todos sabemos que es deber nuestro votar y externar nuestra opinión, por ello gritamos que se respete nuestra opinión, organizamos marchas y plantones, por ello sufrimos esas marchas y plantones. Todo por el ejercicio de la democracia.

Votar es manifestación de que el voto remunera nuestra sociedad, que la vida en comunidad tiene un propósito y es favorable a nuestra existencia y desarrollo. La democracia vive por nosotros. Cuando votamos reafirmamos esta existencia de vida, validamos que un México puede ser mejor porque con gallardía (y el pulgar manchado) mostramos que hacemos nuestra parte en nuestra nación.

La democracia es una construcción colectiva, de todos nosotros, con la participación de todos. Es un proceso constante, diario, permanente; no exclusivamente el día de elección. En el voto, tenemos oportunidad de fiscalizar el proceso y con gran paciencia aguardar el resultado –garantizado por nosotros.

El voto es una herramienta útil. Instrumento y artefacto en que participamos los ciudadanos. Representantes del IFE, representantes de partidos. Todos en una jornada que amerita mucha atención y cuidado para que el resultado lo garanticemos –los propios ciudadanos– de que es el querido por México, por la mayoría; sea que mi candidato salió victorioso en la gesta o no. De esa forma, como ciudadanos, pretendemos evitar que venza el amigo del compadre que me dará una posibilidad de rasguñar a distancia un puesto. Para obtener un hueso, mejor no votar, mejor dejar que otros pongan a su cacique, y entonces pedirles que nos pongan en contacto y nos recomienden con el delfín.

No votar representa el mismo espíritu desvencijado que nos permite sí respirar todos los días, pero con un aire de vida cotidiana, rutina que nos deja abúlicos, que nos vuelve insensibles. Así, cuando todos viajamos en el Metro, todos vemos a los demás y ellos nos ven a todos. Ven pero no están conscientes de que están viendo. La vista se desplaza sin mayor ocurrencia. La constante exposición a la inercia y la costumbre, a los productos clon, a los cantaores y gente que rompe vidrio, nos vuelve inmunes a penas y dolor ajenos, nos adormece, como la nariz dormita cuando percibe muchos olores funestos y adopta una posición neutra para que estemos tranquilos.

No votar nos deja tranquilos, no hubo reflexión sobre nuestro acontecer, no hubo acción alguna que nos echen en cara, las culpas serán de otro. La responsabilidad es de otros y yo con ello me libero. Ni asumí posiciones, ni sufrí. Además, como siempre ha habido caciques, y todos los que quedan son iguales –pues no los conozco–, ¿qué hay para mí? Y más aún todavía. Sabemos que no importa el Pacto de Civilidad, ni el IFE, ni los ciudadanos, y sabemos –porque SÍ sabemos– que habrá carro completo, cargada, carrusel, catafixia, tacos (rollo de boletas pre-llenadas) y tamales, acarreo, urnas embarazadas, alquimistas electorales, caída del sistema, capacidades distintas, mapaches, ordeña, y esquemas de Ratón Loco y que llegan piromaniacos cuando nada resultó. Como sabemos eso, ¿para qué votar?, ¿para qué levantarnos? Desidia tachada de abulia, no electoral, social, rutinaria. Es una tradición.

No votar es continuar con abusos de otros y de nosotros.

No votar es negarnos a nosotros mismos y caer en el mismo tobogán descendente.

Mañana saludémonos todos con pulgar arriba manchado (Con información del diario La Crónica).

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