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Martes 03 de julio 2012

Maestros que dejan huella

Por: Grover Pango Vildoso.
Maestros que dejan huella
Foto: Medios

He tomado un nombre parecido al de un valioso concurso que promueven varias empresas, para referirme a la renovada y siempre trascendente tarea de los profesores, a las puertas del Día del Maestro.

Mucho importa recordar que no se espera del buen profesor (inclúyase profesora, en todos los casos) la tarea de proporcionar información puesto que, siendo ésta siempre de gran importancia, es cada día más sencillo obtenerla. Hoy sobra información y llegar a ella -en muchos casos- supera las propias posibilidades de los profesores. Hay algo bastante más importante y que se despliega, como equipaje viajero, en la noble tarea de ser un verdadero maestro: el afecto. Lo que es en la infancia atención y cuidado, más tarde se hace respuesta a las inquietudes que brotan, luego puede ser orientación y determinación de límites, como tan pronto podrá ser confidencia y una limpia “complicidad” para quienes van madurando, hasta el probable consejo cuando hay que tomar decisiones frente al futuro.

En aquel equipaje deben encontrarse tres herramientas esenciales, poderosas y versátiles en una educación para la vida: los conocimientos, las competencias y los comportamientos. A ellos se llega con la habilidad profesional y humana del buen pedagogo, no con el “magister dixit”, que ha pasado a mejor vida.

No es buen profesor quien alardea de ser “el que más sabe”, sino quien mejor entusiasma y suscita curiosidad por el conocimiento, facilitando para el estudiante el triunfo personal de lo logrado. Es quien “hace fácil” lo que fuera difícil. Es bueno de verdad el docente que logra que sus alumnos tengan confianza en sí mismos, porque él es el primero en creer en ellos. Les ayuda tercamente a que logren lo que deben lograr, a que no se rindan, a que no le tengan miedo a las dificultades. Eso vale tanto para una complicada operación matemática como para una prueba de salto alto.

Nada mejor para la tan voceada “autoestima” de los estudiantes que incorporar convicciones acumuladas y crecientes: yo puedo, no es difícil, yo lo sé hacer, lo haré bien. Suelen funcionar como pistones formidables. Luego, con la convivencia escolar y la vida en comunidad, el buen maestro entrelaza los atributos individuales con las responsabilidades sociales para que el “yo” se convierta en “nosotros”.

Para el buen maestro de hoy no basta lo que nuestros chicos sean capaces de aprender (por ellos mismos), qué tan seguros puedan estar  de sus capacidades y cómo en verdad son capaces de trabajar en compañía de otros. Importa más saber cómo suelen actuar, cuál es su comportamiento, su manera de ser. Dicho en primera persona y con brevedad: no sólo importa cuánto sabes y qué puedes hacer, sino qué se puede esperar de ti, qué tan fuertes son tus convicciones frente a las asechanzas e incitaciones de la vida.

Dejan huella profunda los profesores que no te preparan para un examen, sino para vivir. Esos que te ponen en las manos un clip, una hoja de cartulina en blanco o una fruta y retan tu imaginación para pensar qué podrás hacer con esos objetos. Que despiertan y potencian tus “habilidades socioemocionales” para aprender a triunfar, para ser lo mejor que de ti pueda esperarse.

Un fuerte abrazo, esperado y querido Profesor.

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