Sinnúmero de veces anunciada, sin que se haga realidad hasta el momento, convertida casi en quimera; me refiero a la venta de acciones de empresas estatales peruanas en la Bolsa de Valores de Lima. La últimas menciones corresponden al actual ministro de economía y finanzas del Humalismo, Miguel Castilla, quien la semana pasada ha referido que trabajará en la implementación de políticas corporativas para hacerlas atractivas al capital bursátil.
No comparto la idea del titular del predio del jirón Junín, hoy las aludidas tienen limitaciones serias que por más trabajo que se haga, el valor no se incrementará significativamente. Aunque parezca contraproducente para los intereses del estado, debe prepararse un buen catálogo de promoción, con un banco internacional experimentado en el tema y a cotizar se ha dicho, de lo contrario nunca se logrará la colocación de acciones.
La presión del accionista privado hará que las empresas cambien, pues tienen internalizados males endémicos, que con las administraciones actuales no cambiarán. La experiencia con los gestores de este gobierno, indica que no hay posibilidad alguna de variación del “statuo quo”.
Para ser específico y no genérico, recuento una trilogía de los males: altos cargos jerárquicos que no se relevan; funcionarios no imbuidos de la dinámica del sector privado y ninguna sensibilidad sobre las limitaciones de los recursos fiscales. No es que el trabajador del sector estatal sea malo por definición, sus malformaciones proviene por haber trabajado desde la privatización entre dos fuegos: un estado castrador que lo limitó en el desarrollo de proyectos de inversión y una Contraloría que lo convirtió en timorato, pues cualquier actuación atípica, ha sido materia de investigación e inicio de un proceso sancionador, tanto de naturaleza administrativa como judicial. Con este diagnóstico, es más que obvio, que no habrá docencia que lo haga cambiar en el corto plazo.
Lo único malo es que en estas condiciones y con una visión de flujos futuros que no difieren significativamente de los actuales; porque los proyectos que se anuncian están bastante lejos de ser creíbles de realización; el mercado pagará poco por las acciones, realidad que habrá que asumir inevitablemente.