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Martes 03 de julio 2012

Petróleo "sembrado"

Por: Iván Sandoval Carrión.
Petróleo 'sembrado'
Foto: Referencial

Acuñada en 1972, al comienzo del boom petrolero ecuatoriano, la expresión “sembrar el petróleo” tenía intención y sentido metafóricos; aludía al propósito de usar los ingresos que nos llegarían por su extracción y exportación para desarrollar nuestro país y mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. Cuarenta años después, debemos lamentar el hecho de que una parte de la explotación petrolera ha ignorado el carácter metafórico, y tomando la palabra por la cosa (como decía Sigmund Freud) “ha sembrado de petróleo” muchos manantiales y tierras de nuestra rica región amazónica. El fenómeno ha ocasionado un deterioro ambiental innegable y quizás irreparable, y –sobre todo– ha afectado la salud y la calidad de vida de los compatriotas que allí viven.

Al margen del crimen ambiental en contra de la tierra que les dejaremos a nuestros hijos, en estos días nos preguntamos cuánto ha funcionado la metáfora. Hay diferencias significativas entre el Ecuador de antes y el de después del petróleo. Un fenómeno que ha despegado desde entonces es el incremento del poder adquisitivo y de la adicción al consumo que se observa en los ecuatorianos de la clase media para arriba. Si antes la posesión de un automóvil propio era un ideal, hoy creemos que es una norma y que está al alcance de todos. Nos hemos convertido en una sociedad “carrificada”, y la explosión del parque automotor ha saturado las calles de nuestras ciudades, ha paralizado paradójicamente el tráfico, ha inaugurado nuevas formas de criminalidad y ha patentado sufrimientos banales e inéditas excusas para no cumplir obligaciones “porque estoy sin carro”.

No hay duda de que el Ecuador se ha modernizado en muchos sentidos en cuatro décadas, pero ello no ha mejorado la calidad de vida de los ciudadanos de manera proporcional a la aparente “modernización”. Nuestra educación pública y privada, y la calidad de los servicios de salud estatales siguen retrasadas dentro de Sudamérica y no se diga en comparación con los países más desarrollados del planeta. Hoy en día, los ecuatorianos seguimos pensando que nuestro sistema de justicia no la garantiza de ninguna manera. La inseguridad campea por todo lado y nos vamos acostumbrando a vivir con miedo y restricciones. Las diferencias entre los pocos ricos y los muchos pobres se han disparado. Nunca antes nuestros políticos (gobiernistas y opositores) tuvieron tan poco prestigio y credibilidad. La democracia ecuatoriana es una parodia en la que nadie cree.

Como país, se ha afirmado nuestra posición existencial rentista y extractivista. La comodidad que ello implica ha bloqueado nuestra creatividad e imaginación, suponiendo que alguna vez las tuvimos. Aunque el petróleo inauguró la “burocracia dorada ecuatoriana”, no hemos podido brindar a todos nuestros compatriotas iguales oportunidades de trabajo. Por ello, un fenómeno consecuente ha sido la “exportación de ecuatorianos”, el boom migratorio que ha dividido familias y que nos ha regalado una nueva forma de rentismo: las remesas. De modo paralelo, nuestra agricultura atraviesa una de las peores crisis de su historia contemporánea. Hemos fracasado, si nos comparamos con países como Corea del Sur, Japón o Singapur, que en cuatro décadas lograron muchísimo más con menos recursos materiales. Es que lo peor de todo es que el petróleo ha atrofiado nuestro pensamiento. (Fuente: El Universo de Ecuador)

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