El futuro liderazgo político

Desde aquel tiempo en que se comenzó a destruir la lucha antiterrorista que el Estado había sostenido y militarmente vencido contra Sendero y los emerretistas, ya con la enorme mayoría de los integrantes de estas agrupaciones libres, los movimientos de protesta con métodos altamente destructivos se multiplicaron por doquier poniendo a los gobiernos de turno contra la pared pues, por una ingenuidad que no logramos comprender, todos ellos, por sus odios al fujimorismo, destrozaron la institucionalidad de las fuerzas del orden y minimizaron su capacidad operativa, la que se halla por los suelos en este momento, lo que lleva a sus integrantes a cometer graves errores con repercusiones políticas que se traducen en castigos severos para los agentes, y eso, si es que no terminan con sus huesos en las cárceles, dándose la paradoja que los violentistas salen impunes y los miembros de las fuerzas del orden frustrados en sus carreras o sometidos a interminables procesos penales, con cárcel incluida.

Ese estado de postración nos ha llevado a soportar tremendas situaciones de inseguridad ciudadana, con la delincuencia actuando impunemente por todos lados, pero también a constatar y sufrir con desaliento la agresividad del terrorismo, tanto en su actuar militar en el Vraem como en su disfrazado maniobrar al interior de las organizaciones sociales de base, en las cuales impulsan siempre posiciones extremas y donde siempre fomentan estados emotivos de alta agresividad para destruir bienes y luego confrontar a las fuerzas del orden hasta lograr muertos que, como trofeos, pasean por sus localidades para desatar ya sin reserva alguna la furia popular contra los agentes del Estado.

Paralelamente actúan las denominadas oenegés de defensa de los derechos humanos, con un sesgo ya claramente definido en el Perú a favor de los ultras, las que actúan tanto en el frente interno como en el externo, con tanto poder, que la CIDH, cuando se trata de nuestro país, reacciona como un resorte con recomendaciones que terminan maniatando al gobierno de turno.

No le es extraño a nadie el hecho que, frente a las imposiciones ultras, los gobiernos tuvieron que sentarse en “mesas de diálogo” a disfrazar su rendición incondicional, con religiosos como negociadores. Estamos pues camino a tener como futuro presidente a algún obispo ya que la clase política en este país no existe como interlocutora válida con el pueblo.

Publicado el 11 de julio de 2012 en el diario Expreso.