Reafirmando convicciones

El liderazgo en nuestros pueblos está tan concentrado en sus intereses particulares que ha descuidado, de manera imperdonable, las cuestiones fundamentales. Me refiero a todo el liderazgo. No sólo al que se ocupa de los asuntos políticos, aunque en definitiva influyan decididamente en el todo. También incluyo a quienes dirigen los sectores económicos y sociales, es decir, empresarios y trabajadores, al sector militar y, por supuesto, a los dirigentes religiosos con marcada influencia en la confianza de la gente.

Ésta podría ser una de las razones fundamentales del deterioro de la democracia como sistema de gobierno y, más que eso, como verdadera filosofía de vida, factor indispensable para el ejercicio de la libertad y para alcanzar a plenitud la dignidad de cada ser humano. Lo cierto es que en pocas regiones del planeta existen tantos contrastes como en Latinoamérica. Cifras de franco crecimiento económico, pero que no se traducen en verdadero progreso social, en desarrollo integral, ni en tendencias irreversibles de movilidad social hacia arriba.

A problemas primarios como la inseguridad de las personas y de los bienes, la falta de viviendas dignas o de una educación para el trabajo como instrumento para la superación, se suman desde hace algunas décadas tanto la ineficacia para el ejercicio de la función pública como las innumerables desviaciones y corruptelas de gobiernos y jefes de Estado. Lucen exageradamente concentrados en lucrarse y retener el poder el mayor tiempo posible. Hay excepciones, no todos son iguales, pero quienes violentan el propio orden constitucional, lo moldean para darle piso jurídico a sus pretensiones o lo violan descaradamente para restringir el ejercicio de la libertad en función de sus reelecciones, están haciendo un daño tremendo a la fe de los pueblos, a la esperanza de un mañana mejor para la gente.

No nos cansaremos de denunciar vicios y excesos. Tampoco de recordar que a la política se viene a servir y no a servirse. Todo debe estar al servicio de la dignidad de la persona humana, de la familia, de la sociedad civil siempre perfectible y de la justicia social como instrumento para el bien común.

Publicado el 15 de julio de 2012 en el diario Expreso.