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Martes 17 de julio 2012

Dios no es venezolano

Por: Carolina Jaimes Brang.
Dios no es venezolano
Foto: Referencial

En 2002 la Fundación Andrés Mata de El Universal editó mi libro "El anclaje del subdesarrollo". Hoy, en su sexta edición, su mensaje es necesario repetirlo, porque el primer paso para resolver un problema es reconocer que se tiene: a nosotros los venezolanos nos crían con paradigmas de subdesarrollo. No importa cuál sea nuestro grado de educación formal ni nivel económico.

Durante años he alertado sobre lo inconveniente que resulta continuar así. Hace poco, en una charla, un señor me reclamó: "me hubiera gustado más que hablara de los aspectos positivos que tenemos los venezolanos". El omnipresente deseo de autoalabarnos. Nuestros aspectos positivos han construido lo bueno que tenemos. Los negativos nos frenan. Estoy cansada de escuchar que "Dios es venezolano" o que aquí hagamos lo que hagamos estamos "condenados al éxito", cuando lo que resulta obvio es lo contrario.

Ni Dios es venezolano (aunque haya quienes se creen dioses) y estaremos destinados al éxito o condenados al más rotundo fracaso dependiendo exclusivamente de las actitudes que adoptemos.

No hay cosa que refleje mejor la idiosincrasia de un pueblo que sus refranes. Los nuestros son de subdesarrollo. "El que nace barrigón ni que lo fajen chiquito". "Árbol que nace torcido nunca su tronco endereza". La predestinación en todo su esplendor. Pero el mal no es exclusivamente nuestro. Es común a todos los países subdesarrollados. En México, por ejemplo, dicen que "el que nació para maceta del patio no pasa". ¿Qué esperanza puede transmitir una madre que cree que su hijo nació "para maceta"?

Por fortuna, no hay fatalismo en el libro, sino esperanza. Dentro de Venezuela misma tenemos el mejor contraejemplo: el Sistema de Orquestas. Ahí hay orden, disciplina, búsqueda de la excelencia, trabajo, solidaridad, responsabilidad, horarios... todo lo que no hay fuera de él. Ricardo Tirado repetía que el único lugar en el que el éxito aparece primero que el trabajo es en el diccionario y por razones obvias.

Yo creo que todos lo podemos todo. La mayoría de nuestros problemas y sus soluciones están dentro de nosotros. No los causa un agente externo, ni los resuelve un milagro. Reconocerlo ayuda a levar esas anclas y navegar en aguas de desarrollo. Dios no es venezolano, pero podría llegar a sentirse orgulloso de nosotros. (El Universal)

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