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Martes 17 de julio 2012

Perversión electoral y renacimiento moral

Por: José Antonio Crespo
Perversión electoral y renacimiento moral
Foto: noticias-24.net

Andrés Manuel López Obrador, al anunciar su pretensión de invalidar la elección presidencial, dijo que ésta fue pervertida por prácticas delictivas e inmorales, y llamó a buscar el “Renacimiento moral” de México. Eso sería muy bueno pero, ¿con quién? Y es que nuestros partidos políticos, en su cruda pugna por el poder, están dispuestos a lo que sea; mienten, simulan, incurren en cuanta trampa pueden, descalifican las reglas y al árbitro si les desfavorece el resultado, meten zancadillas, traicionan y lo que haga falta. Pero eso sí, cada uno se presenta como el diáfano monumento a la democracia, el patriotismo, la civilidad y la honestidad, en tanto que sus respectivos adversarios son la encarnación de exactamente lo contrario. Lo increíble es que cada uno de ellos tenga tras de sí a millones de ciudadanos que, debidamente fanatizados, les crean a pie juntillas todas sus imposturas y malabarismos retóricos. Lo cual demuestra la vigencia de lo dicho por Maquiavelo: “Quien desee engañar, encontrará siempre a quien desee ser engañado”.

Por ejemplo, difícilmente se puede creer a Enrique Peña Nieto cuando afirma que el PRI no sabe cómo se come eso de la compra y coacción del voto. Pero otro tanto ocurre cuando López Obrador asegura que el PRD jamás en su existencia ha comprado un solo voto (como si no conociéramos las prácticas perredistas en sus procesos internos, calificados por ellos mismos como “cochineros”, o el clientelismo bejaranista en la capital). Por su parte, Felipe Calderón salió a desgarrarse las vestiduras por la inmoralidad que supone la compra del voto en nuestros comicios. Algunos suponen que hizo tales declaraciones buscando elevar el costo del apoyo al PRI, o para alentar al PRD en  su protesta, y se automargine otra vez de los futuros acuerdos parlamentarios. Pero también podríamos suponer que a Calderón le pareció eficaz la fórmula victimista para reducir su propia responsabilidad en la derrota: “No es que yo haya perdido la elección; es que me la robaron”. Dijo Calderón, en cambio, que las denuncias en 2006 eran “mitos y tonterías”, justo cuando entonces las irregularidades más probablemente que ahora, pudieron ser determinantes en el resultado. Seguro ya olvidó que también hubo denuncia sobre compra y clientelismo, aunque de otra forma. Incluso oímos a Elba Esther Gordillo solicitar telefónicamente ese apoyo al gobernador de Tamaulipas, y después a Pedro Cerisola agradecerle al góber su “sobrado” respaldo (aunque quizá hablaban de un regalo de aniversario para Martha Sahagún). Manuel Espino, todavía como presidente del partido, dijo haber pactado con varios gobernadores priistas del norte su voto corporativo a cambio de impunidad. La Fepade, en manos del PAN, no sancionó a nadie. ¿Por qué ahora se indigna tanto Calderón? ¡Ah, claro! porque no es su presidencia la que está en juego.

Ricardo Monreal, sin reconocer explícitamente que los partidos de izquierda participan también en la perversión de la elección –con la compra del voto o gastos excesivos–, a pregunta expresa dijo que de ser así, no sería “una causal de exoneración o atenuante de los delitos señalados. Por el contrario –continúa–  significaría que el rebase y la compra fue una práctica generalizada, sistemática e indiscriminada que reforzaría la conclusión de que fue una elección presidencial viciada de origen, y por lo tanto debería invalidarse” (Milenio,10/Jul/12). Ésta, que podría ser llamada la “Doctrina Monreal”, puede parafrasearse como sigue: “Si las trampas del adversario no son suficientes para invalidar un resultado que te ha sido desfavorable, contabiliza las tuyas propias para ese mismo propósito”. De prosperar tal tesis, crearía un incentivo perverso sobre la compra del voto y otras irregularidades: hacer tantas trampas como sea posible, y si ganas, ya estuvo, pero si pierdes, pueden servir para manchar y eventualmente invalidar la elección.

Se habla pues de la mala calidad e inmoralidad de la elección; pero en este proceso se ha revelado más bien la bajísima calidad de nuestra democracia en general, fiel reflejo de nuestros partidos, quienes presentan un escasísimo –si acaso alguno– compromiso con la democracia. Sintomático de nuestra atorada democratización, es que quien la encabezó, Vicente Fox, vendió su voto al PRI (ese sí comprobado), y ahora pide representar en Europa al nuevo gobierno tricolor. Con semejantes partidos –y con esos líderes– no será fácil salir del atasco político en que hemos caído desde el 2000.

Nota publicada en periodicocorreo.com.mx

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