Creo que está claro el triunfo de Enrique Peña Nieto –del PRI- en las elecciones presidencial de México. Más de 30 mil observadores electorales 696, de ellos provenientes de 69 países, expectaron los comicios, que fueron los de mayor participación ciudadana. Además, de acuerdo a un informe electoral, más de dos millones de representantes de los partidos firmaron las boletas y estuvieron pendientes de la recepción de sufragios y su conteo en las casillas
Casi todos los candidatos respetaron el veredicto de la ciudadanía, salvo el principal candidato perdedor Manuel López Obrador, de izquierda, quien por segunda vez pierde las elecciones y si bien puede ser natural su derecho a la impugnación, parecería que no mide el tremendo daño que le hace a México. Ya en el 2006 quiso levantar al pueblo contra el gobernante elegido democráticamente, Felipe Calderón. En la elección del 2012 la diferencia es de tres millones de votos. Sin duda es un mal perdedor y no sabe cómo explicar a sus fanatizados seguidores que fue derrotado.
Este querido país necesita unidad, paz y estabilidad. Los problemas de seguridad (55 mil muertos por la violencia) son graves, en especial por el incontrolable narcotráfico y sus poderosos y agresivos carteles –además de la hasta ahora invencible corrupción- y es claro que necesita el apoyo internacional y la unión nacional para vencerlos. El frente interno está muy polarizado y es menester un gobierno de coalición, que combata la desigualdad con reformas audaces. Una gran oportunidad para que el PRI se reivindique ante la historia.
*Periodista. Miembro de la Prensa Extranjera. Analista internacional.
Publicado en La Razón, de Lima-Perú, el 18 de julio de 2012.