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REDES SOCIALES
Miércoles 18 de julio 2012

¿Sigue existiendo la izquierda en México?

Por: René Avilés Fabila.
¿Sigue existiendo la izquierda en México?
Foto: edomexaldia.com.mx

Para ser izquierdista no basta calificarse como tal; son los hechos, la actuación y la ideología que mueve las acciones lo que lo convierte a uno en persona de izquierda. Cuando los ex priistas se dicen de izquierda, quienes tienen una postura clara en tal sentido, no pueden dejar de esbozar una sonrisa irónica o cáustica.

Por eso es una perfecta falsedad que Ricardo Monreal, López Obrador, Marcelo Ebrard, Manuel Camacho, Arturo Núñez, Manuel Bartlett, todos prófugos rencorosos del PRI, traten de convencernos de que pertenecen a la izquierda. No al menos a ésa que desciende de las grandes luchas sociales, del difícil enfrentamiento contra el poder del Estado capitalista y sus brazos represivos. Llevamos dos décadas engañados por el ex priismo. Lo más grave es que han atraído a jóvenes incautos, irritados, sí, pero sin ningún bagaje político progresista. No basta la consigna anti-PRI si son manejados por ex priistas que no han cambiado más que de siglas, siguen padeciendo una total miseria ideológica. En su mejor momento, Camacho y Ebrard formaron un fallido partido de centro y explicaron las razones de su creatura. Ahora ambos fingen orgullo de clase cuando hablan de su postura recién adquirida. Atención: es falsa.

El programa de AMLO para llegar al poder es una prueba de ello. En ningún lado dice que eliminará el sistema opresor y que se llama -diría un Krause progresista- capitalismo sin adjetivos. Hay propuestas demagógicas que hablan de realizarle algunos cambios, dulcificar su feo rostro, darle características melosas. El capitalismo es ahora globalizador y el peor enemigo de la humanidad. Jamás ha pretendido ser generoso, todo se va en negocios despiadados, en desmesurada explotación, donde bancos y monopolios llevan la mejor parte. El trabajo no es placentero, sino enajenante. Las contradicciones siguen allí, sin ser molestadas. Obrador propone limosnas, no un ataque frontal al desempleo y las desigualdades.

La clase obrera que Marx y Engels vieron salvadora, en México está corrompida: primero por el PRI que la sometió, ahora por el PRD que ha seguido la misma ruta y hoy cuenta con huestes de sindicalistas gobernados por líderes eternos que trabajan más para la clase patronal que para los intereses laborales.

Si antes el marxismo-leninismo era una alternativa, si en mejores tiempos Ernesto Guevara buscaba el nuevo hombre, el que fuera capaz de ofrendar la vida por el socialismo, hoy todos los imaginarios izquierdistas carecen de ideología, se sienten los buenos merced a las dádivas estatales y a un discurso ramplón y demagógico que simplemente promete una mayor dosis de propuestas que a nada conducen. Antes del derrumbe del socialismo, en México había un Partido Comunista que arriesgaba y buscaba una transformación radical. Para ello luchaba con tenacidad, recibía las cuotas de militantes abnegados para mantener la causa en una postura sana. Ahora el dinero fluye a raudales de los contribuyentes para que los negocios al amparo del poder se activen y produzcan dinero que recoge la clase gobernante que dice ser de izquierda.

La expresión que hace poco escribió El País no es nueva, en México se la he escuchado a ex comunistas y socialistas nostálgicos: Obrador es un lastre para la izquierda. ¡Y vaya que lo es! Ha desviado la atención de los propósitos reales de modelos sanos. Todavía en tiempos de Cuauhtémoc Cárdenas era posible pensar en una transformación profunda. Hoy el PRD, en términos generales, imagina que el partido es un negocio y la política un instrumento para acumular dinero. Dicho partido, ya sin López Obrador (a punto de arrancar otra costosa aventura con tal de poner en supuesto jaque a Peña Nieto, como antes creyó poner a Calderón, sin ningún resultado salvo el desprestigio nacional e internacional), quizá podría recuperar la ideología izquierdista y reorganizarse a fondo bajo premisas realmente avanzadas. Dejar de lado a los ex priistas, que vayan a otro lado con sus venganzas y apelar al pueblo y no a un montón de muchachos rijosos y desorientados, a buscar en los clásicos del pensamiento político progresista, en las grandes utopías, las fórmulas que, actualizadas, acordes a los tiempos que transcurren, puedan darle al país lo que tanto requiere: una fuerza de izquierda capaz de enfrentar a las fuerzas de mayor peso. El PRD, en los términos actuales,  pocas diferencias tiene con sus rivales, salvo en la hora de ir a misa, como ha ocurrido en países latinoamericanos. En la turbiedad, coinciden.

En universidades –públicas, desde luego– hay académicos que discuten la necesidad de volver a crear un partido comunista o socialista que abiertamente esté por una transformación de fondo. Asimismo, hay pequeños sindicatos, intelectuales honestos, maestros distantes de sus abrumadores líderes y muchas más organizaciones. Es cuestión de trabajar con ellas, no con René Bejarano y Dolores Padierna, no con ex priistas que van por la venganza y el sueño que les negó el PRI. Hay que entender que si se desea un cambio real, más generoso, no será con el actual PRD y menos con AMLO que lo llevarán a cabo. Entendámonos de una vez: lo que quieren es el poder y mejorar sus chequeras personales. No hay ideología, sólo intereses baratos.

El PRD por ahora no es la izquierda, es tan negativo y reaccionario como lo son el PRI y el PAN (Con información del diario La Crónica).

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