Venezuela y Nicaragua

En un reciente viaje a Nicaragua tuve la oportunidad de apreciar de cerca la vida en otro de los países de la ALBA. Los paralelismos son  de esperarse. Daniel Ortega gobierna ahora en su segundo período luego de unas elecciones que fueron catalogadas como fraudulentas por observadores internacionales y organizaciones especializadas en el tema.

Más allá de este hecho, lo cierto es que la institucionalidad nicaragüense  está completamente resquebrajada. La Asamblea Nacional mayoritariamente apoya y complace a Ortega. Se alega que el Tribunal Supremo de Justicia y el Consejo Electoral están conformados por fichas del gobierno, socavando así las funciones de control y la independencia de los poderes públicos, bases de toda democracia. Los derechos de participación política y de libertad de reunión se encuentran constantemente amenazados por bandas que apoyan al gobierno (y que son apoyadas por éste) que agreden a quienes desean expresar libremente ideas distintas a las de quienes detentan el poder. Las mal denominadas  expropiaciones -que nunca se pagan- son otra amenaza que se cierne sobre algunos productores del campo. Todo esto apuntalado cada vez más por legislación dirigida a conculcar los derechos. No hace falta resaltar los paralelismos con nuestro país.

Sin embargo, más importante que las previsibles similitudes entre ambos Estados son las diferencias. La impresión que me llevo es que, en general, se respeta la inversión nacional y extranjera. Nicaragua mantiene una inflación de 3% anual aproximadamente -casi diez veces menos que nuestra inflación oficial venezolana-, una estabilidad económica que no conocemos las víctimas de Chávez y Giordani. El dólar no está controlado y circula libremente, aun en los establecimientos más modestos. Como si esto fuera poco, la delincuencia está muy lejos de ser el drama que es en nuestro país; la tasa de homicidios es muy inferior a la nuestra y los secuestros son algo prácticamente desconocido. Otra diferencia importante es que en lugar de tener un gobierno que anda regalando el patrimonio, gozan de la ventaja de uno beneficiario de las caprichosas ayudas de Chávez que, según algunos, nunca han ingresado al erario público sino a cuentas personales.

El despropósito chavista nos ubica a la cola de los países de la ALBA (detrás de la ambulancia). Somos víctimas de todos los males que aquejan al grupo con respecto a la precariedad de la democracia y no tenemos ninguna de las ventajas que tienen otros países afines, empezando por poder vivir con un mínimo de seguridad. Un balance más que lamentable para un gobierno que se voló más de un millón de millones de dólares. Un oprobio con el que hay que acabar. (El Universal)