Acuerdos electorales

El presidente de la República, desde el día de su inscripción como candidato a la reelección, planteó que él respetaría el dictamen del CNE que se produzca como consecuencia de la elección del 7 de octubre. El candidato de la oposición también ha planteado un proyecto de acuerdo entre los candidatos que abarque variados puntos álgidos de las actuaciones de los bandos que se le presentan al electorado.

Las declaraciones y el planteamiento que ha realizado el CNE sobre el documento que les ha presentado a los candidatos, da vergüenza. No quisiéramos analizarlo.

Este país, perfectamente retratado por Enrique Santos Discépolo en el año 1935, en su tango Cambalache, merece que también lo recordemos en una pieza infantil que nos enseñó nuestra madre y que se llama "El simplicio". En nuestra mente quedó grabada la situación de un personaje que a todas las cosas le cambia el nombre y por ello recibe esa denominación.

El único pacto que cabe ante una elección presidencial es el que debe comprometer a las autoridades electorales ante el ciudadano elector y toda la sociedad, que debe abarcar desde la imparcialidad absoluta, la supervisión de un proceso limpio y la presentación inmediata de unos resultados que no pueden ser alterados.

La realidad nos muestra que las autoridades electorales de Venezuela no llenan los extremos de imparcialidad mínimos necesarios. Es evidente y ampliamente comentado que el cuerpo fundamental del CNE está integrado por varias personas íntimamente ligadas a un partido, situación que está reñida con la letra de la ley.

En teoría, el CNE debería ser responsable de la integridad de las mesas electorales y la realidad nos muestra que son los partidos los que tienen que subrogarse la función de supervisión de lo que sucede en las mesas, pues se da por sentado que el CNE no puede garantizar la pureza de las actuaciones de los funcionarios nombrados.

No entremos a analizar la calidad del Registro Electoral Permanente ni la extraña vinculación entre las máquinas electorales y las famosas captahuellas.

Son los rectores del CNE quienes tienen que garantizarle a la nación la calidad del proceso, la integridad de las mesas y la exactitud de los resultados. Además, deben garantizar un equilibrio entre las actuaciones de los contendores. Nos encontramos en la novedosa situación de que uno de los candidatos tiene a su mandar todos los poderes de la República. Quisiéramos los ciudadanos que el Poder Electoral tuviera el mínimo pudor para garantizar un concurso limpio que sea orgullo de la nación y de sus instituciones. (El Universal)