Obras en lugar de anuncios

No solo ocurre en la alcaldía de Lima, donde la noticia se hace con lanzamientos de programas y obras futuras, que esta administración no culminará y vaya a saber si empezará; en la casa de al lado, en la Plaza Mayor, la pareja gobernante sigue la misma línea: prolíficos en el anuncio e infecundos en la realización. Ha pasado un año, la tolerancia está en conteo regresivo y la necesidad de logros concretos es imperiosa. La gradería clama por cemento, fierro y vidrio; trilogía indispensable en cualquier lugar del orbe para la popularidad del gobernante. Es la hora del punto de inflexión, reclutar conscriptos hacedores de obras y dar de baja a los soldados pregoneros, que anuncian de todo y no inauguran nada.

Hay hartazgo de los anuncios que dicen que en el 2016, es decir al filo de la partida, se culminarán los emprendimientos prometidos. Consulten a sus consejeros de cabecera y le van a decir lo obvio, no suman, lamentablemente restan.

Hay que definir claramente los proyectos a ejecutar. Los utópicos, engañosos y onerosos para el fisco; como el gasoducto sur y el polo petroquímico en Ilo, convénzanse; no existen. Los que tienen posibilidades pero que requieren enmendar rumbos; como Refinería Talara, sincerando alcances y costos, háganlos. Tomen el toro por las astas, precisen lo necesario, eliminen lo inútil, busquen precios nacionales competitivos y suministros internacionales que cumpla con estándares globales, que tengan buen precio y trayectoria reconocida; y a trabajar.

Publicado el 23 de julio de 2012 en el diario La Razón.