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REDES SOCIALES
Lunes 23 de julio 2012

Veinte años de Tarata: Lecciones que aprender

Por: Billy Crisanto Seminario.
Veinte años de Tarata: Lecciones que aprender
Foto: Luna Llena Films

Cuando el fujimorismo atenazaba al país en los años noventa, una prueba de fuego para mi tolerancia era no cambiar de canal cuando Martha Chávez insinuaba cosas tan insólitas, como por ejemplo, que los estudiantes de la Cantuta se habían auto secuestrado. Trataba de pensar que su actitud no obedecía únicamente al cinismo o al fanatismo.

Era evidente que había en ella convicciones y roles que disciplinadamente debía cumplir en una estructura vertical impuesta por el triunvirato Fujimori – Montesinos y Hermosa Ríos. Se trataba entonces, más de refutar sus endebles argumentos, antes que descalificar a la  opinante.

Mucha agua ha corrido bajo el puente desde entonces, pero aunque han cambiado los protagonistas, los escenarios actuales comienzan peligrosamente a parecerse. 

Polarizaciones políticas, antonimias irreconciliables, y el maniqueo señalamiento de culpabilidad hacia el otro son algunos de los trasfondos de esta realidad llena de protestas y de represión. No hemos aprendido lecciones fundamentales que nos dejó la insania subversiva.

No tratamos de entender las motivaciones del otro. Irreflexivamente etiquetamos al contrario. Por ejemplo en los conflictos por la minería, son comunes expresiones como  “agitador”, “vándalo”, “violentista, “comunista”, etc., de un lado; y “vende patria”, “traidor”, “aliado de los ricos” por el otro sector.

Eso no es todo, personalizamos desmesuradamente los conflictos otorgando un excesivo protagonismo a quienes encabezan a los sectores en pugna.

De un lado el Premier Valdes asume la culpabilidad  total del mal manejo de la crisis social por parte del gobierno. Confundimos la falta de empatía en su relación con sus opositores con una concentración de poder en su persona, lo que nos lleva a pensar que cambiándolo vamos a solucionar los problemas.

Del otro lado supervaloramos el liderazgo del presidente regional de Cajamarca Gregorio Santos al acusarlo de dirigir (como borregos) a la totalidad de los protestantes.

Enarbolando estas banderas nunca lograremos acuerdos que signifiquen el inicio de una convivencia pacífica. Mientras las consignas no den paso a la saludable autocrítica y a la flexibilidad para ceder posiciones, poco se avanzará en la búsqueda de soluciones.

Es oportuno en este sentido no pasar por alto la celebración de los veinte años del atentado de Tarata en Lima, el cual remeció los cimientos de una población, en buena medida, indiferente a los cientos (o miles) de víctimas que Sendero  había asesinado en los andes.

El recuerdo de este acontecimiento debe convocar, en primer lugar, un homenaje a las víctimas de éste y otros insanos hechos perpetrados por las hordas de Abimael Guzmán. En segundo lugar debe generar una reflexión acerca del daño que la subversión causó a nuestro país, y como evitar que fenómenos como éstos vuelvan a repetirse.

Al respecto, hubo un momento en que, aparentemente, ningún peruano en su sano juicio dejaba de condenar las nefastas acciones del terrorismo.

Sin embargo, en los últimos años la aparición de grupos como Movadef ha significado una fuerte alerta sobre el peligro que se cierne sobre nuestra patria si no damos la estocada final (política y moral) a grupos demenciales como Sendero Luminoso y el MRTA. Pensar que apresando a sus integrantes va a resolver el problema es no haber aprendido nada de la historia.

Se trata de hacerles ver a los jóvenes que no vivieron los horrores del terrorismo la verdad de los hechos. Y es que precisamente en estos sectores es donde la prédica subversiva ha comenzado a ganar terreno. Existe mucho trabajo por realizar en la escuela, los medios de comunicación, las universidades, y en todo tipo de gremio o institución democrática.

No nos excedemos si consideramos que Movadef es la punta del iceberg de un sector de la sociedad peruana que siente al Estado lejano y adverso. No es que abracen el maoísmo como doctrina, sino que en medio de la desesperanza y el olvido puedan ceder a la macabra tentación de la reacción violenta.

Esta raíz de miseria y resentimiento es la que unidos debemos atacar con todos los medios a nuestro alcance.

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