Patria del corazón

Estamos en Villa Rica, en los últimos escalones de Pasco, rodeados de cumbres boscosas que luego se derramarán en una llanura lujuriosamente verde y ubérrima. En el centro de un evento sobre desarrollo de capacidades. Los consensos van por el lado de que en todo proceso de cambio, primero es el hombre quien debe cambiar,  siempre.  Nadie puede dar lo que no tiene y se enseña con el ejemplo.

Una señora se lamenta de la falta de patriotismo. Con toda sinceridad pone como ejemplo que tiene un hijo casi profesional que no duda en proclamar que este país no le gusta, que hubiera preferido nacer en otro lugar, que si pudiera se marchaba mañana mismo. Le duele porque está segura que así no lo formaron. Llega al extremo de ser hincha de un equipo de fútbol español y dice que nuestros equipos no sirven para nada.

Aunque el asunto planteado no es materia del trabajo propiamente, desencadena interrogantes y reflexiones que suelen ser recurrentes, especialmente en el mes de julio: el patriotismo.

Seguramente se ha hecho varias veces y valdría la pena conocer, por ejemplo, cuál es la noción de patria que tienen las poblaciones de los países más importantes del universo. Y por cierto saber también cómo sus ciudadanos consideran que expresan el amor a su patria. O tal vez esto no es necesario.

Pero no sólo los países más importantes y poderosos, sino aquellos que han sufrido las guerras mundiales, por ejemplo. Y también los que otrora fueron parte de confederaciones forzosas, como la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, muchos aún envueltos en conflictos. No es menos importante conocer qué se piensa sobre la patria en aquellos países en los que predominan fervorosamente las religiones y por ellas suelen enfrentarse hasta morir. Y tal vez también qué lugar ocupa la patria (o qué significa para ellos) entre los pueblos africanos que se desangran en guerras civiles casi siempre de carácter étnico.

Casi siempre -¿o siempre?- el amor a la patria se prueba en los conflictos bélicos. Sin duda porque la mejor prueba de él es entregar la vida. Pero es dominante la presencia mayoritaria de los héroes militares (civiles también y muchos) que defendiendo a la patria han muerto. Son muy pocos, lamentablemente, los que amando su patria no necesitaron morir sino triunfar.

Por fortuna, la intervención de los organismos internacionales frena los ímpetus belicistas que en muchos lugares quisieran imponerse. Gracias a ello se cualifican y ennoblecen otras formas de “ser patriota”. Personalmente me encanta ver el nombre de Perú en los eventos financieros internacionales como en los promocionales que tan creativamente comunica la Marca Perú. Me enorgullece que Juan Diego Flórez lleve su condición de peruano por el mundo, que Gastón Acurio siga promoviendo y que la cocina peruana conquiste el mundo, porque en cualquier restaurante nuestro se verá la banderita rojiblanca al lado de Santa Rosa de Lima o San Martín de Porres. Me emociona que Mario Testino sea quien es y que haya abierto su MATE en Barranco. Y que nuestros chicos ganen buenos concursos de matemáticas. Y que haya muchos hermanitos Cori en ajedrez. Me apena que seamos malos en el fútbol y que casi seguro  no vayamos al mundial, pero me gusta que se rompan el alma en la cancha.

No sé en qué país hay más amor a su patria. Sólo sé que yo amo a la mía por todo lo que tiene de bueno y especialmente por todo lo que puede tener. Y la amo con la sencillez que ese maravilloso arequipeño que fue Guillermo Ugarte Chamorro me mostró un día, mientras la bandera se elevaba por los aires en la plaza de armas de mi Tacna: no sé si es la más poderosa o la más bonita o la más grande. Simplemente la amo porque es como mi mamá.