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Jueves 26 de julio 2012

La tentación escapista

Por: Jaime de Althaus.
La tentación escapista
Foto: Referencial

El presidente Ollanta Humala ha estado señalando los últimos días que el Perú debe revertir la dependencia que tiene de la minería como principal fuente de ingresos y que debe desarrollar una base industrial que pueda equilibrar o competir con las actividades extractivas.

Es posible que el presidente Humala, cansado de los conflictos mineros, esté buscando un escape mental en otros sectores de la economía. Junto con el eventual cambio de Gabinete, añoraría un cambio de prioridad productiva o una versión menor de cambio de modelo.

Por supuesto, el Perú debe desarrollar mucho más su industria. Pero también su minería. Y no son opciones distintas o excluyentes. Por el contrario, mientras más minería, más industria generamos para abastecer a la minería. Esta es un camino a la industrialización. De hecho, en el Perú la industria metalmecánica se ha desarrollado mucho los últimos 15 años para proveer de equipos, piezas y partes a la actividad minera, y ahora exporta esos equipos a la minería de otros países. Pero eso podría desarrollarse, diversificarse y sofisticarse mucho más, en un verdadero cluster minero-industrial, si tuviésemos, como ha señalado Luis Carranza, una masa crítica minera mucho mayor que la actual. Y no solo la metalmecánica: hay una serie de otras ramas de la industria y de los servicios que trabajan con la minería.

Hay mitos muy poderosos. Uno es que, con la importante inversión minera a partir de los 90, el Perú se ha reprimarizado. Pues bien, de acuerdo a la revisión de la estructura del PBI hecha por el INEI con la nueva tabla insumo-producto del 2007 ( “Las Cuentas Nacionales Perú 2007”, noviembre 2011), las industrias extractivas (minería, gas, petróleo) han pasado de 4,6% del PBI en 1994 a un 14,4% en el 2007. Han triplicado su participación, sí. Pero esto no ha significado que la industria haya bajado su peso en el PBI. Por el contrario, ha subido ligeramente, ha pasado de 16,1% a 16,5% (mayor aun que las extractivas). Son los sectores de servicios los que han perdido peso (de 56% a 49%).

Y es una nueva industria más fuerte y competitiva, mucho más exportadora. Aquí el dato fuerte es que entre 1994 y el 2010 las exportaciones no tradicionales crecieron, en volumen –no en precios– a una tasa anual promedio casi tres veces superior a las exportaciones de materias primas. De modo que la tendencia –si mantuviéramos los precios de 1994–, es a una participación cada vez mayor de la manufactura en las exportaciones.

Estamos, entonces, gracias a la apertura de la economía, bien encaminados. Lo que sí podemos hacer es acelerar este proceso. Pero, para eso, justamente necesitamos mucha más inversión minera, no solo para industrializarnos más sino para capitalizar los mayores ingresos fiscales así obtenidos en infraestructura, educación, ciencia y tecnología, a fin de terminar de dar el gran salto.

El nuevo Gabinete, si lo hay, no debe perder de vista que la minería es el recurso que tenemos para pasar a otra etapa. Y que la tarea es diseñar la institucionalidad que permita facilitarla, en lugar de mirar a otro lado.

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