Celebrar fiestas patrias, no es como un cumpleaños colectivo, para contabilizar el paso de los años. Es tener memoria de lo que nos ha sido dado como nación: El ser nacional y la vocación en el concierto universal de naciones. Es reconocer la herencia histórico-doctrinal que da origen y fundamento a la comunidad nacional.
La patria la forjaron nuestros antepasados. La nación, hoy, la formamos nosotros. Patria y nación están estrechamente unidas.
Por vaivenes político-ideológicos, la fecha de las celebraciones patrias puede ser movible. Se viene estilando designar el inicio de la etapa republicana de gobierno. Pero, las celebraciones patrias comprenden mucho más, no pueden restringirse a una de las formas de gobierno. Santa Rosa de Lima y San Martín de Porres forman parte de la peruanidad, aunque no pertenecieron a la república peruana. Igualmente los incas y las culturas que los antecedieron.
Consustancial al patriotismo es guardar memoria de los héroes-soldados. Perennizar a quien sacrificó su vida por el bien común, suscita admiración y dispone imitarlo. Es universal que las tradiciones militares impregnen el patriotismo.
Los conocimientos y sentimientos patrios se cultivan, no son espontáneos. Por lo tanto, hoy, la nación peruana no puede ser indiferente ante el sacrificio de nuestros soldados y policías, que caen abatidos en la guerra desatada por el marxismo subversivo y terrorista. Debemos elevarnos en dignidad ante nuestros contemporáneos que pasan a integrar nuestra herencia patria. Rendirles homenaje es dar inicio a su memoria.
Publicado en el diario “La Razón”, Lima, jueves 26 de julio de 2012.