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Lunes 30 de julio 2012

Felipe Calderón y Manuel López Obrador por un interino

Por: Ricardo Alemán
Felipe Calderón y Manuel López Obrador por un interino
Foto: campeche.com.mx

En una más de las paradojas que suelen marcar la política mexicana –y en medio de “la chabacana” crisis postelectoral–, se emparentaron de nueva cuenta las estrategias de supervivencia de los jefes políticos de la derecha y las izquierdas; los señores Felipe Calderón y Andrés Manuel López Obrador.

Y es que, como si se tratara de una coincidencia metafísica –si no es que una señal divina–, Felipe y Andrés recurrieron a la vulgar “chicanada”, del “interinato” para salvar “de lo perdido, lo que aparezca”. Es decir, que los jefes políticos de la derecha y las izquierdas decidieron recurrir a las cuestionables maniobras extralegales, para tratar de salvar sus respectivas espaldas, luego que el PRI los derrotó penosamente.

En el primer caso –el de Felipe Calderón–, todos saben que el aún presidente está en abierta campaña para apoderarse del control político de su partido –el PAN–, una vez que concluya su gestión como primer mandatario. Y para apoderarse del partido, Calderón cabildea –en pequeños grupos–, con los consejeros nacionales del partido azul, a fin de empujar la propuesta de nombrar a un presidente interino –que sustituya a Gustavo Madero–, para que adelante la renovación del Consejo Nacional y el cambio de jefe nacional.

Resulta que Calderón y un puñado de exjefes nacionales del PAN, se proponen refundar Acción Nacional y “ponerlo a tiempo” para tratar de regresar al poder en seis años y derrotar al PRI en las presidenciales de 2018. Y claro, para ello, primero deben apoderarse de la dirigencia nacional. Y por supuesto que esa maniobra tiene que llevarse a cabo cuando Calderón aún es presidente; cuando aún tiene algo de fuerza sobre el resto de los jefes del PAN.

Por eso la urgencia del presidente para que los cambios en el PAN se lleven a cabo antes del 1 de diciembre. Sin embargo, existe molestia y enojo entre el panismo contrario al grupo de Calderón, ya que acusan al aún presidente de usar precisamente su peso como primer mandatario, para influir en los consejeros nacionales, a los que presiona para designa a un interino afín a su causa, y luego a un presidente salido de su grupo. 

Mientras tanto, en la “tienda de enfrente”, un delirante López Obrador sigue la misma táctica y –en su venganza contra EPN–, se aventó la puntada de proponer “un presidente interino” que –según su “chabacana” idea de la democracia–, se encargaría de preparar una nueva elección presidencial en la que, ahora sí, él resultaría ganador.

Y claro, esa genialidad de López surgió de la peregrina idea de que más de 30 millones de mexicanos que no votaron por él, fueron manipulados, sus votos comprados o, simple y sencillamente, porque AMLO supone que esos 30 millones de votantes son idiotas.

En el fondo, la genialidad que propone el simpático señor López está lejos de la legalidad, pero muy cerca de una más de las ocurrencias para desacreditar –en los espacios mediáticos–, al gobierno de Enrique Peña Nieto, cuya victoria es irreversible y ha sido reconocida hasta por las tiranías ciegas y sordas de Cuba y Venezuela. Y es tan locuaz y descocada la insistencia del interino, que hasta sus más leales ya reconocieron que para reclamar fraude, primero se debe probar. Y hasta hoy, el fraude sigue perdido.

Por eso, no debiera sorprender a nadie que, una vez que el Tribunal Electoral declare válida la elección y le entregue a Peña Nieto la Constancia de presidente electo, se desgrane la mazorca del perredismo para reconocer la victoria del candidato presidencial del PRI. 

Pero el mensaje de fondo –cuando Calderón y AMLO recurren a “la chicanada” del interinato–, es que frente a situaciones extremas los dos líderes prefieren la tortura de las reglas democráticas dadas.  

Por eso la pregunta. ¿Por qué razón, el presidente Calderón está en campaña abierta –desde su cargo como presidente de todos los mexicanos–, para apoderarse del control del PAN? La respuesta es elemental; pareciera que no quiere entender que, en tanto presidente y primer mandatario, su tarea fundamental está en la solución de los problemas que reclama el gobierno y el Estado, no participar en las peleas internas del PAN. En los últimos meses, Calderón exhibe una falta de respeto a su partido pero, sobre todo, a su investidura como presidente.

Y en el caso de López Obrador, cuando propone un presidente interino –para lavar las culpas de sus delirios presidenciales–, en realidad confirma que lo suyo no es la democracia, ni las reglas, ni las leyes. Lo suyo es el chantaje político. Y es que AMLO chantajea al IFE, al Tribunal Electoral, a los electores y a sus partidos. Al tiempo.      

Nota publicada en periodicocorreo.com.mx

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