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Martes 31 de julio 2012

Frívolo, mediático y efímero

Por: Grover Pango Vildoso.
Frívolo, mediático y efímero
Foto: Medios

La semana anterior algunos canales de televisión trasmitieron la elección de la directiva 2012-2013 del unicameral Congreso de la República, ex – primer poder del Estado. Ha ganado el candidato oficialista Víctor Isla Rojas por 85 votos contra 42. En blanco y viciados son dos más, para hacer un total de 129 votantes.

En democracia este es un proceso normal y reglamentario. También lo es que las fuerzas políticas allí representadas hayan acordado previamente la orientación de sus votos, que en este caso se han expresado en una candidatura oficialista y otra de oposición. No parece muy convincente que partidos políticos con trayectoria añeja y propia como el Partido Popular Cristiano o Acción Popular hayan decidido respaldar la lista oficial y, a la vez, pretender que son fuerzas de oposición. La sinuosidad de la conducta política de Perú Posible, por su parte, aleja cualquier intento de saber qué es lo que realmente buscan con sus decisiones.

Con resultados predecibles, el vencedor importa poco. Tarde o temprano los antecedentes del nuevo presidente saldrán a flote y las expectativas de un contrapeso en la mesa directiva, si es que alguien supone que es posible, pronto mostrará su inviabilidad. Salvo un cataclismo.

Sin embargo, la televisión nos ha entregado algo más que estos predecibles resultados. Ya hace bastante tiempo que el Congreso de la República -desoyendo las solemnes palabras ceremoniales de sus presidentes,  repetidas por Isla también- hace esfuerzos denodados por desprestigiarse a sí mismo. Es una suma de infecundidad legislativa y carencia de formación cultural y política, engrosada con las trapacerías de muchos de sus miembros. Esta vez se ha agregado, por si hiciera falta, la frivolidad, la espectacularidad y la farsa.

Ya era bastante chabacana la costumbre de votar y mostrar el voto, flameándolo frente a adversarios y cofrades. Las bancadas sólidas botan en bloque, sin alardes y no necesitan “probar” sus lealtades. Lo que pasa es que el transfuguismo ronda entre los escaños como un fantasma, atormentando conciencias.

Pero tristemente frívolos son los “besitos volados” que hoy se prodigan quienes, además de leales, necesitan exhibirse cariñosos. Esos pocos segundos que las cámaras televisivas siguen a los votantes los estimula para que hagan gestos, aspavientos y carantoñas que los hagan notorios siquiera por un instante. Encima, para que la farsa del voto secreto quede completa, los congresistas han aceptado marcar su voto con un plumón grueso. El súmmum de la transparencia. Así se puede leer también desde el reverso.

Algo habrá que hacer para encontrar en el Congreso una institución digna de respeto. Se sabe que en defensa de todos estos disparates hay quienes sostienen, casi con satisfacción, que esto es así porque el Congreso debe reflejar lo que es el país. Quizás con ese argumento lleguemos a la conclusión que es bueno cerrar las cárceles porque la sociedad es así y debiéramos convivir con la delincuencia sin queja alguna.

El Congreso debe ser lo que nos gustaría que sea el país. O quizás más precisamente, debiera ser el referente institucional de orden, respeto, nivel cultural, laboriosidad, probidad, eficiencia y prospección. Eso, más que besitos volados, es lo que el Perú necesita para avanzar en su crecimiento y desarrollo. Así que, si tres esdrújulas han servido para titular esta nota, podemos agregar una más: ridículo.

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