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Martes 31 de julio 2012

Siria es Irak

Por: Thomas L. Friedman.
Siria es Irak
Foto: Referencial

Dios sabe que estoy apoyando a las fuerzas opositoras en Siria para que prevalezcan rápidamente por sí solas y resulte que son tan proclives a la democracia como esperamos.Sin embargo, son pocas las probabilidades de este, el mejor de todos los resultados posibles. Eso se debe a que Siria se parece mucho a Irak. De hecho, Siria es el gemelo de Irak: una dictadura con gobierno de la minoría que se mantuvo unido por un puño de hierro bajo la ideología baasista. Y en lo personal, la lección de Irak es bastante simple: No es posible pasar de Saddam a Suiza sin atorarse en Hobbes –una guerra de todos contra todos– a menos que se cuente con un intermediario externo que esté bien armado y al que todos en el terreno tanto le teman como confíen en él para que administre la transición. En Irak, ese fue Estados Unidos. El tipo de mediación de bajo costo y control remoto entre Estados Unidos y la OTAN que expulsó a Gadafi y dio origen a una nueva Libia no tiene probabilidades de repetirse en Siria. Siria es más difícil. Siria es Irak.

Además, Irak fue una experiencia tan amarga para Estados Unidos que preferimos nunca hablar de nuevo al respecto. Sin embargo, Irak es relevante en este caso. La únicaEl tipo de mediación de bajo costo y control remoto entre Estados Unidos y la OTAN que expulsó a Gadafi y dio origen a una nueva Libia no tiene probabilidades de repetirse en Siria. Siria es más difícil. Siria es Irak. razón por la cual Irak tiene alguna probabilidad de tener un resultado aceptable hoy día es debido a que Estados Unidos estaba en tierra con decenas de miles de efectivos militares para actuar como ese intermediario bien armado, en quien se confía razonablemente y al que ciertamente todas las partes le temen, para administrar la transición de Irak hacia una política más consensual. Mi instinto me dice que Siria requerirá de lo mismo para tener la misma oportunidad.

Pero, debido a que yo no promovería una intervención estadounidense en el territorio sirio o en cualquier otra parte del mundo árabe de nuevo –y la opinión popular de Estados Unidos no la apoyaría–, me descubro esperando que mi análisis esté equivocado y que los sirios nos sorprendan encontrando su propio camino, con solo armas y ayuda diplomática, hacia un mejor futuro político. Sé que los columnistas supuestamente deben golpear la mesa y declamar lo que se necesita. Pero cuando crees que lo que hace falta, un intermediario externo para Siria, es imposible, necesitas expresarlo así. Pienso que quienes han estado promoviendo una intervención más activista de Estados Unidos en Siria –y criticando con dureza al presidente Barack Obama por no encabezarla– no están siendo realistas con respecto a lo que se necesitaría para crear un resultado aceptable.

¿Por qué? En Oriente Medio, la alternativa a malo no siempre es bueno. Puede ser peor. Me asombra la valentía de los rebeldes sirios que lanzaron esta insurrección, pacíficamente, sin una sola arma, en contra de un régimen que opera bajo lo que yo llamo las Reglas Hama, que no son reglas ni en lo más mínimo. El régimen de Asad mató de manera deliberada a manifestantes para convertir este conflicto en una lucha sectaria entre la gobernante minoría alauita, encabezada por el clan Asad, y la mayoría de musulmanes sunitas del país. Es por esa razón que lo opuesto de la dictadura de Asad podría ser la desintegración de Siria –a medida que los alauitas se retiran a su reducto costero– y una guerra civil permanente.

Hay dos cosas que pudieran desviarnos de ese resultado. La primera es la alternativa de Irak, en la cual Estados Unidos entró y decapitó al régimen de Saddam Hussein, ocupó el país y lo cambió por la fuerza de una dictadura de la minoría sunita a una democracia encabezada por la mayoría chiita. Debido tanto a la incompetencia estadounidense como a la naturaleza de Irak, esta intervención de Estados Unidos desató una guerra civil en la que todas las partes en Irak –sunitas, chiitas y kurdos– probaron el nuevo equilibrio de poder, infligiéndose enormes bajas entre sí y conduciendo trágicamente a la limpieza étnica que reorganizó el país en bloques más homogéneos de sunitas, chiitas y kurdos.

Sin embargo, la presencia de Estados Unidos en Irak contuvo esa guerra civil e impidió que la limpieza étnica se extendiera a estados vecinos. Además, una vez que esa guerra civil se hubo extinguido –y que todas las partes quedaron exhaustas y más separadas– Estados Unidos medió exitosamente una nueva constitución y un acuerdo para compartir el poder en Irak, con los chiitas gozando del dominio mayoritario, los sunitas fuera del poder mas no impotentes, y los kurdos asegurando algo cercano a la autonomía. El costo de esta transición en vidas y dinero fue enorme, e incluso actualmente Irak no es una democracia estable o saludable. Sin embargo, tiene una oportunidad, y ahora depende de los iraquíes.

Debido a que es sumamente improbable que un intermediario armado, temido y en quien se confíe se atreva a entrar a la refriega en Siria, los rebeldes en el terreno allá lo tendrán que hacer por sí solos. Dada la fracturada sociedad siria, eso no será tarea fácil. A menos que haya una sorpresa. Una sorpresa sería que los dispares grupos de la oposición siria se fundieran en un frente político unido –quizá con la ayuda de oficiales de inteligencia de Estados Unidos, Turquía y Arabia Saudita en el terreno– y que este nuevo frente buscara acercarse a alauitas moderados y cristianos que apoyaron a la familia Asad por temor y accedieran a formar juntos un nuevo orden que proteja los derechos tanto de la mayoría como de la minoría. Sería maravilloso ver el reemplazo del tiránico eje de Asad, Rusia, Irán y Hizbulá por una Siria en democratización, no en caos.

Sin embargo, permítanme dudarlo. El 20 por ciento de los sirios que son alauitas a favor de Asad o cristianos quedará aterrado ante la nueva mayoría de musulmanes sunitas, con su componente de la Hermandad Musulmana, y esta mayoría de musulmanes sunitas ha sufrido tal brutalidad de este régimen que la reconciliación será difícil, particularmente con cada día que pasa de derramamiento de sangre. Sin un intermediario externo o un Mandela sirio, los fuegos del conflicto podrían arder por largo tiempo. Abrigo la esperanza de que me sorprendan. (El Universo)

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