El presidente Ollanta Humala anunció en su Mensaje del 28 de Julio que iba a solicitar del Congreso la concesión de facultades especiales a fin de legislar en pro de la seguridad ciudadana y contra la delincuencia. Curioso y revelador es que la alianza aproFujimorista haya anunciado su oposición a otorgar esas facultades.
La verdad es que la seguridad, o, más bien, la ausencia de ella se ha convertido en un problema mayor para la población. Lo confirman todas las encuestas.
Puedo atestiguar que el peligro acecha en casi todas las calles y cerros de Lima y Callao. Vivo en el Rímac y tengo conocidos en los asentamientos humanos situados en las alturas de ese distrito. En las zonas altas de lo que era la Pampa de Amancaes actúan bandas armadas de revólveres. Incluso en una parte más urbana del Rímac, en Ciudad y Campo, todas las noches, me cuentan vecinos, hay tiroteos producidos quizá por grupos rivales de vendedores de Drogas.
Esto señala, de paso, el vínculo creciente entre el tráfico de Drogas, la delincuencia común y la violencia. No se trata de hechos aislados, sino de un proceso de larga data, que se agrava sin pausa.
En la población más pobre abundan los jóvenes sin estudios y sin trabajo, es decir, sin ingresos. Su modus vivendi puede ser el comercio de Drogas. Esos jóvenes son pasto fácil para la pasta básica. ¿Cómo financian su vicio? Presionando a los padres, golpeándolos -y a veces matándolos-, robando, asaltando.
Hace dos años, acudí con mi esposa y uno de mis hijos al Callao. Mientras buscábamos un restaurante, un muchacho le reveló a mi hijo: “Te están buceando”. Después de almorzar en un comedero modesto de grata sazón, la dueña me dijo: “Si van a tomar un taxi, nosotros lo traemos”. Instalado en el taxi, dije al chofer: “Esta zona parece tranquila”. “Sí”, me explicó. “Acá en el Callao piden limosna con chaveta”.
Creo que la panoplia delictiva maneja hoy armas más peligrosas. Los amantes del tajo han sido reemplazados por los Chicago’ Boys del revólver.
Un problema de la lucha contra la delincuencia común es, aparte de la crisis económica, la crisis moral. El pescado se empieza a podrir por la cabeza, recuerda un proverbio chino. Presidentes ladrones, ministros estafadores, asesores amarrados con el narcotráfico no brindan buenos ejemplos de conducta. La impunidad de arriba para los narcos se contagia abajo entre los jóvenes menesterosos.
En momentos en que el Perú está en peligro de convertirse en un Estado narco, la lucha contra la delincuencia se convierte en una guerra con varios frentes: la Educación, la moral pública, la pobreza, el Desempleo.
Se requiere, pues, un esfuerzo enorme para combatir el delito en el Perú. No es cuestión solo de sueldos y equipo. No es problema de corto plazo.