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Miércoles 01 de agosto 2012

Inventario electoral

Por: Antonio Cova Maduro.
Inventario electoral
Foto: Referencial

Extrañas cosas están pasando en esta singular campaña electoral que la hacen ser algo muy distinto a las que nos tenía acostumbrados Hugo Chávez. Para comenzar, ya no hay un disminuido candidato que le hiciere sombra y al cual podría ridiculizar endilgándole un "mote" que afianzara su carácter de víctima sacrificial. Ustedes saben, alguien a quien la oposición lanzara para intentar detener este desastre, pero al que este creído Titán de los llanos podría despachar a su antojo. Ya no.

Y no es que el catorceañero no lo intentara. Creyendo que estábamos todavía en tiempos de vencedor -aquellos del "frijolito" y otras lindezas- fiel a sí mismo, aburradamente parecido a lo que siempre ha sido, lanzó un apodo denigrante al cual podría acudir tanto que lo hiciese consustancial a su opositor de turno.

Ya todo su abrumador aparato comunicacional, en el que destaca la abrumadora presencia del Estado, podría haber borrado el nombre de Henrique Capriles Radonski y sólo quedaría un "majunche" a quien tronchar con facilidad. No resultó. El título burlón rebota sin lograr efecto alguno. Y lo más que ha logrado es una afanosa búsqueda de algunos en el "Diccionario de venezolanismos", a ver qué diablos es lo que significa la palabreja.

¿Qué es lo que pasa que el enfermo de Miraflores no logra marcar el paso del país ni imponer el ritmo de quienes se le oponen, como lo hacía antaño? ¿Qué pasa que ya las cadenas, el viejo instrumento del cual echa manos a troche y moche, ni siquiera aburren? Ya nadie les para. Tanto sabemos lo que de ellas podemos esperar que ¿para qué averiguarlo? Son palabras, sólo palabras que nada producen y a las que ninguna obra respalda.

Pero cuando les prestamos alguna atención aparece en ellas algo muy novedoso: el enfermo sólo habla de lo que dice o hace su contendor. ¡Por fin entendemos la aguda metáfora de Capriles! Él es para el "coyote" oficialista un inmejorable correcaminos. Y para saber de qué estaba hablando nadie tiene que acudir a un diccionario: ¡todos han visto cómo el Correcaminos burla a su incansable perseguidor!

Quién lo hubiera dicho antes de febrero: Chávez a la zaga de un joven de quien bien podría ser su padre. Pero este hijo le ha salido singular: no cesa de producir noticias desesperantes. Y eso lo está logrando desde pueblos y ciudades otrora bastiones del más rancio oficialismo. Y tan abrumadoras son que no hay manera de desdeñarlas.

No hay modo de que surtan efecto alguno las veladas o abiertas amenazas a los funcionarios públicos de gobernaciones o alcaldías chavistas, como tampoco logran nada los operativos de Mercal, o de cedulación, o vaya usted a saber de qué añagaza. Nada, nada de nada impide el desbordamiento de la gente al paso de Capriles. Todos quieren verlo, tocarlo y ninguno pierde la oportunidad de decir lo que siente. Ya lo vimos en Chaguaramas de Guárico: la gente más representativa toma el micrófono para vocear las razones que los llevan a estar allí, al pie del cañón, construyendo una sorpresita.

Los nombres increíbles retumban en el cerebro del enfermo de Miraflores -y se reflejan en la angustia mal disimulada de sus cortesanos: Chaguaramas, Valle de la Pascua, Carúpano, Yaguaraparo y Güiria, son sólo la más reciente muestra de los muchos sitios que el candidato oficial abandonó a su propia suerte y que hoy se agolpan para recibir a quien sí parece dispuesto a ocuparse de ellos.

¿Quién lo hubiera pensado? Nadie, en efecto, imaginó que frente a los abrumadores recursos que sin pudor alguno despliega el enfermo, un muchacho sano -cual el David de la Biblia- iba a responder con su mejor batería: echarse a la calle y a los caminos de Venezuela para contactar a la gente, a la gente burlada y abandonada. Y esa gente está respondiendo de una forma que ni los más incrédulos avizoraron nunca.

Esta ha sido quizás la mejor hazaña de Chávez, porque sin él, sin su verbo injurioso y retrechero y sin su inepta y destructiva gestión de gobierno, las multitudes que padecen apagones sin fin, cortes de agua, inseguridad rampante, no correrían espontáneas tras Capriles; ni mucho menos enjambres de toda edad pondrían pausa en sus ocupaciones para formar grupos de voluntarios que garanticen el triunfo de la acogotada democracia. Menos aún el singular milagro de la unidad blindada de los opositores, que hoy se exhibe por el país entero.

Gracias, muchas gracias por favores concedidos; gracias por quitarnos el miedo y ayudarnos a echar por la borda toda prudencia culpable. (El Universal)

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