Incertidumbre en la Eurozona

La incertidumbre, madre de la desconfianza, empeora la crisis económica de la Eurozona, erosiona su moneda, incrementa el costo de las emisiones de deuda e incentiva la salida de capitales de España e Italia, aumenta la pérdida de credibilidad en la estabilidad de los países de la comunidad y, por tanto, de la economía mundial. Sin apoyo del Banco Central Europeo (BCE) o el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF) y el FMI, se produciría un crac económico que por su efecto dominó contagiaría a toda la Eurozona y a sus principales socios comerciales y financieros, pudiendo terminar en una profunda recesión mundial de la que los países latinoamericanos no estaríamos exentos por la inmediata caída de los precios del petróleo, minerales y productos primarios. La ministra Merkel de Alemania y el presidente Hollande de Francia tienen en sus manos el futuro del bienestar no solo de la Comunidad Económica Europea (CEE) sino de los ciudadanos del mundo globalizado, por lo que depende de sus rápidas decisiones renovar la confianza en la población, inversionistas y mercados con la ejecución inmediata de los acuerdos para el rescate de los estados con crisis de deuda, a pesar del inmenso sacrificio que significará para sus conciudadanos comunitarios; lo contrario sería que los estados en crisis declaren la moratoria de sus deudas y den origen al fracaso del Euro, al caos económico y a una depresión generalizada que podría convertirse en un padecimiento de años hasta volver al equilibrio macroeconómico.

Es en estas circunstancias en las que sobresalen los verdaderos estadistas sobre los demagogos y figuretis revestidos de poder pero incapaces de visualizar y entender la realidad y la necesidad de tomar decisiones acertadas en bien de sus conciudadanos haciendo de lado ideologías y doctrinas inaplicables en los tiempos actuales.

Fijar nuestra atención a la situación de la CEE es fundamental por tres razones: primero, estar conscientes del riesgo para nuestro país y preparar nuestro plan de salida de la crisis en el evento de que no se tomen a tiempo las medidas que hagan renacer la confianza de la población en su moneda, instituciones y gobernantes y se camine hacia la estabilidad económica; segundo, por ser una lección de aplicación de malas políticas, ya que tal crisis es resultado de volver a experimentar recetas fracasadas socialistas que no tuvieron éxito en el pasado ni lo tienen en el presente; y tercero, sirve para ratificar la globalización como una realidad universal de la que no podemos sustraernos y, por el contrario, debemos aprovecharla tomando las oportunidades que nos brinda, impulsando el desarrollo del conocimiento y tecnología, perfeccionando y complementando industrialmente nuestra producción agrícola, pesquera y camaronera, creando destinos turísticos, ciudades del saber, ciudades agrarias y construyendo la infraestructura y logística de soporte necesarias, dentro de un ambiente de confianza y respeto mutuo, de seguridad jurídica y estabilidad política, de tal manera que inversionistas privados nacionales y extranjeros sientan garantizada su inversión y rentabilidad, se generen las fuentes de trabajo que claman las nuevas generaciones y nos libremos de la desconfianza.