La más antigua tradición griega señala que existió un pueblo guerrero poblado exclusivamente por mujeres. Estas aguerridas féminas eran un portento de organización, bravura y tesón, al grado de que su lideresa, de nombre Pentesilea, fue requerida para pelear en la Guerra de Troya.
Parece que la existencia de estas peleadoras damas fue cierta, ya que incluso Herodoto, considerado el “padre de la historia”, hace alusión a ellas en alguno de sus escritos.
La leyenda cuenta que su principal armamento eran el arco y las flechas, que manejaban con prodigiosa habilidad e incluso tenían el valor de cortar parte de su seno, para con ello evitar cualquier obstáculo al tirar las saetas. Creo que esas ancestrales fieras con flechas estarían muy orgullosas de sus émulas mexicanas, quienes el día de ayer dieron una cátedra de concentración y consistencia en la prueba de tiro con arco. El Lord’s Cricket Ground fue testigo de la heroica gesta de nuestras paisanas, Mariana Avitia y Aída Román, al grado que se enfrentaron en semifinales, debiendo quedar una de ellas eliminada para optar por el bronce.
La experiencia de Aída se impuso, y de esa manera llegó a la gran final ante la coreana Ki Bo Bae. Poco antes de ello, Marianita venció a la estadounidense Kathuna Lorig, y consiguió la tercera medalla olímpica para la delegación azteca. La final resultó no apta para cardíacos, alternando la punta y quedando empatadas luego de cinco sets. En ese momento quedó el escenario listo para el drama: La medalla de oro se dilucidaría a una sola flecha; en un solo disparo se jugarían ambas arqueras buena parte de su vida personal y deportiva.
La tensión fue insoportable; las manos de los espectadores no sólo en el majestuoso escenario sino en la televisión, sudaban; vino el tiro de la competidora asiática y no atinó el círculo amarillo de los nueves y dieces; Román apuntó, disparó y... Por milímetros quedó más lejos del centro que su oponente, y de esa manera se esfumó la presea áurea. Sin ponerme patriotero, ¡qué orgullo sentí al ver el aplomo de estas atletas!
Mariana fue la más pequeña competidora de la delegación mexicana hace cuatro años en Beijing y ahora es toda una realidad. Por su parte, Aída se encuentra en una maravillosa madurez que le sirvió para incluso reír en la derrota. Dos mexicanas subieron al podio en Londres. Desde los Olímpicos de Los Ángeles, con Ernesto Canto y Raúl González no sucedía algo así. Con esto, se pagaron las arduas sesiones de entrenamiento, la soledad de los viajes y los sueños ahora tienen un contenido, al concretarse el logro. Felicidades a nuestras modernas amazonas, por su serenidad de damas y su furia de guerreras.
Nota publicada en diariodemexico.com.mx