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Domingo 05 de agosto 2012

Al fondo hay un sauce

Por: César Campos R.
Al fondo hay un sauce
Foto: prensaaldia.com

César Campos R., el autor del artículo

La carta que buscó exaltar el diputado chileno Jorge Tarud esta semana – planteando desconocer la competencia de la Corte Internacional de La Haya para la definición de la controversia marítima entre su país y el nuestro – sucumbió casi inmediatamente en los arrecifes de la burla y la indiferencia, tal  como debía ser.

Tarud no sólo arrastra la cola de ser un viejo guardián de la agitación anti peruana en el territorio mapochino; también cobra los saldos del protagonismo oportunista que gonfalonea hace un buen tiempo el ministro de Defensa Andrés Allamand a costa de un tema de interés colectivo. Aquí y en Santiago, defender a lo que Joseph Goebbels denominaba “el sustrato pre existente a toda sociedad” como es la identidad nacional supuestamente amenazada por otra nación o grupo étnico-religioso (para los nazis fueron los judíos), vuelve afortunada más de una carrera política.

Por ello hizo bien el Canciller Rafael Roncagliolo en darle respuesta puntual a la demanda de Tarud recordando que el plazo para objetar la jurisdicción de La Haya en este litigio ya se había vencido con creces y que la misma introducía “un ruido innecesario” a las relaciones peruano-chilenas. Pero el verdadero ajuste de cuentas interno lo hizo el también diputado Iván Moreira indicando que brindarle atención a la propuesta de Tarud traduciría una “señal de debilidad” del gobierno de Sebastián Piñera.

Todo esto parece un cuadro ideal para los fines que busca el Perú en esta puja. Más aún cuando prestigiosos intelectuales de ambos países con Mario Vargas Llosa y Jorge Edwards a la cabeza promueven un manifiesto llamando a la concordia y a sacarle provecho a la próxima sentencia de La Haya fortaleciendo la integración Perú-Chile, sin otros remilgos o pretextos de enemistad. Suena muy sensato y válido.

Sin embargo sabemos por historia que no siempre los buenos deseos y la civilizada solución de las controversias mediante vías jurídicas inapelables, acarrean la vuelta de página de una antigua piedra en el zapato. Si dejamos de mirar a Chile en el contexto de su insularidad frente a los vecinos sub continentales debido a otros puntos pendientes y lo dejamos correr (como hasta ahora sucede) en su desenfreno armamentista, extraviaremos absolutamente la perspectiva de un  ajedrez regional que sólo nos invita a tener sobre esto un pronóstico reservado.

Porque una buena parte de la halconería chilena ve el litigio marítimo con Perú de la mano de la pretensión boliviana de una salida al mar y la retrechería argentina en la provisión de gas a su país, inaugurada durante el gobierno de Néstor Kischner. Amenazas más que potenciales considerando que la derecha mapocha mira también de reojo la buena amistad (algunos hasta la consideran ideológica) entre los tres mandatarios de estas naciones. Sí, esos chilenos pregonan que son como Israel: la tierra prometida rodeada de enemigos.

Atendamos bien este escenario y no lo descuidemos. Parafraseando su más célebre canción, “si vas para Chile”, veremos que al fondo hay un sauce que llora y que llora como el diputado Tarud, pero no precisamente  porque nos quiera. O desde otra lupa, sólo quiere vernos sometidos a la bota de su imperio militar.

Columna Agenda Política, Expreso, 5 de agosto 2012

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