El ‘zar antidrogas’ de Estados Unidos Gil Kerlikowske ha anunciado que la producción de cocaína habría caído un 25% el año pasado en Colombia y asegura que ese país estaría por detrás del Perú y Bolivia en la producción de esa droga. Los datos indican que Colombia está por detrás en producción de cocaína que Perú (325 toneladas) y Bolivia (265 toneladas). Señala dicho funcionario que ello hace que nuestro país ostente, lamentablemente, el primer lugar en el cultivo y producción ilegal a nivel mundial. Sin rehuir de que se trata de una información autorizada sobre todo por la hegemonía que tiene ese país en la fiscalización mundial de toda clase de narcóticos, y al margen que siempre subsistirán discrepancias sobre todo porque se trata de cifras que se refieren a actividades criminales de naturaleza clandestina, no puede negarse que el Perú como nación ocupa un lugar privilegiado en el escenario internacional del tráfico de drogas. Si no es así, remitámonos a la cantidad de toneladas que todos los años se incautan en nuestro medio, que posiblemente sean cantidades mínimas que son descubiertos, si las comparamos con la elaboración real de cocaína en nuestro medio y que no es descubierta.
Lo que habría que preguntarnos es por qué ha continuado aumentando la producción y el tráfico de cocaína de manera significativa en nuestro medio; acaso no será cierto que todos los gobiernos, con mayor o menor pomposidad, siempre se han ufanado de “los éxitos logrados en la lucha frontal contra el narcotráfico”. No será acaso que existe un doble discurso oficial sobre el particular, interesado más en describir un contexto ficticio que no se condice con la realidad parte en realidad de un agudo fenómeno lingüístico. Si lo vemos de esa manera, en realidad el narcotráfico es un fenómeno discursivo que no está libre de carga ideológica y condicionado a la forma y manera como se quiere percibir una realidad, que resulta más fácil cuando se emplean términos como peligrosidad, patologías personales, guerra contra el narcotráfico, consumidores habituales, degenerados por la droga, encarcelamiento, criminalidad, violencia, enfermedad, etc.
Al margen del sentido metafórico del discurso sobre el narcotráfico y en especial del impacto mediático que tiene referirse a “los éxitos logrados en la guerra contra el narcotráfico”, no podemos negar que la elaboración de cocaína continúa peligrosamente aumentando todos los años en nuestro país, hasta haber logrado que nos ubiquemos en una posición hegemónica en la producción de drogas a nivel mundial, razón suficiente para reflexionar si no será acaso que como sociedad estamos más interesados en fortalecer nuestro discurso político sobre este tema, que implementar medidas efectivas y serias que por lo menos nos permitan no estar entre los primeros productores de cocaína a nivel mundial (Con información del diario Expreso).