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Pésimas noticias nos llegaron a mediados de la semana pasada desde el viejo continente: drásticas caídas de los índices bursátiles; primas de riesgo que se incrementaron a cifras inimaginables hasta hace poco tiempo y un Banco Central Europeo que exige que le pidan rescate para otorgar ayuda, lo que devendrá inexorablemente en más ajustes a los ciudadanos, que aun los políticos de derecha no se atreven a realizar. Si bien es cierto que hubo recuperación hacia el viernes, no ha significado que haya llegado una solución, sino expectativas que la situación no continúe agravándose por intervención del ente rector monetario de la Unión Europea.
No es posible hacer un pronóstico del desenlace, no hay elementos de juicio para tener certezas. No se sabe si los gobiernos podrán sostenerse ante la presión de la protesta ciudadana, como tampoco es previsible una recuperación aunque sea lenta de la economía. Esto debería llamarnos a ser cautos en el manejo económico, sobre todo si de políticas anticíclicas se trata, que a nombre de evitar una caída en el crecimiento caen en la tentación de invertir en obras inútiles o de crear una serie de cargos a los consumidores.
No veo el espíritu de ir en el sentido económico correcto, con anuencia irresponsable de los líderes empresariales, más bien hay un ánimo servil de darle satisfacción a los irresponsables ofrecimientos demagógicos de Ollanta Humala. Corresponde hacer una cruzada para tomar la senda del manejo responsable y evitar lamentaciones futuras.
Publicado el 6 de agosto de 2012 en el diario La Razón.
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