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Miércoles 08 de agosto 2012

¿Realmente se salvará al euro?

Por: Paul Krugman.
¿Realmente se salvará al euro?
Foto: mx.ibtimes.com

La última semana de julio, Mario Draghi, el presidente del Banco Central Europeo, declaró que su institución “está preparada para hacer lo que sea necesario a fin de preservar el euro”, y lo celebraron los mercados. En particular, cayeron drásticamente las tasas de interés de los bonos españoles, y se dispararon las bolsas de valores en todas partes.

Sin embargo, ¿realmente se salvará el euro? Persiste una gran duda al respecto. Primero que nada, la única moneda de Europa es una estructura excesivamente imperfecta. Y en realidad, Draghi, dicho sea en su honor, lo reconoció así. “El euro es como un abejorro que voló muy bien durante varios años”. Sin embargo, ahora, dejó de volar. ¿Qué se puede hacer? La respuesta, sugirió, es “graduarse a ser una abeja real”.

No importa la dudosa biología, entendemos el punto. En el largo plazo, el euro será factible solo si la Unión Europea se vuelve más como un país unificado.

Habría que considerar, por ejemplo, la comparación entre España y Florida. Ambos tuvieron enormes burbujas de la vivienda seguidas por cracs dramáticos. Sin embargo, la crisis de España es muy distinta a la de Florida. ¿Por qué? Porque cuando golpeó la crisis, Florida podía contar con que Washington seguiría pagando la Seguridad Social y Medicare, para garantizar la solvencia de sus bancos, para proporcionar ayuda de emergencia a sus desempleados y más. España no tuvo tal red de seguridad, y, en el largo plazo, eso se tiene que arreglar.

Sin embargo, la creación de un Estados Unidos de Europa no sucederá pronto, si pasara alguna vez, en tanto que la crisis del euro ocurre en este momento. Entonces, ¿qué se puede hacer para salvar a la moneda?

Bueno, ¿por qué pudo volar el abejorro durante algún tiempo? ¿Por qué pareció que el euro funcionaba en sus primeros ocho años más o menos? Porque las fallas en la estructura estaban ocultas bajo un auge en el sur de Europa.

La creación del euro convenció a los inversionistas de que era seguro prestar a países como Grecia y España, a los que anteriormente se había considerado riesgosos, así es que el dinero entró en ellos, principalmente, por cierto, para financiar préstamos privados más que públicos, aunque Grecia es la excepción.

Y por un tiempo todos fueron felices. En el sur de Europa, enormes burbujas de la vivienda llevaron a un aumento en el empleo en la construcción, mientras que las manufacturas se volvieron cada vez menos competitivas. Entre tanto, la economía alemana, que había languidecido, se despabiló gracias a un rápido incremento en las exportaciones hacia esas economías con burbujas en el sur. El euro estaba funcionando, eso parecía.

Luego, reventaron las burbujas. Se evaporaron los trabajos en la construcción, y aumentó el desempleo en el sur; ahora ya está muy por arriba del 20 por ciento, tanto en España como en Grecia. Al mismo tiempo, cayeron en picada los ingresos; en su mayor parte, los grandes déficits presupuestarios son el resultado, no la causa, de la crisis. No obstante, los inversionistas huyeron, provocando un aumento en los costos de los créditos. En un intento por calmar a los mercados financieros, los países afligidos impusieron duras medidas de austeridad que profundizaron sus crisis. Y el euro en su conjunto se ve peligrosamente débil.

¿Qué podría hacer que cambiara esta situación peligrosa? La respuesta es bastante clara: los formuladores de políticas tendrían que (a) hacer algo para hacer que bajen los costos de los créditos en el sur de Europa y (b) dar a los deudores de Europa el mismo tipo de oportunidad para salir de los problemas mediante las exportaciones que recibió Alemania en los años buenos; es decir, crear un auge en Alemania que se parezca al del sur europeo entre 1999 y 2007. (Y sí, ello significaría un incremento temporal en la inflación alemana.) El problema es que los formuladores de las políticas en Europa parecen renuentes a hacer (a) y para nada dispuestos a hacer (b).

En sus observaciones, Draghi –quien, sospecho, entiende todo esto– básicamente presentó la idea de hacer que el Banco Central adquiriera muchos bonos europeos del sur para hacer que bajaran esos costos de los créditos. Sin embargo, en los siguientes dos días, funcionarios alemanes parecieron lanzar agua helada contra la idea. En principio, Draghi solo podría desautorizar las objeciones alemanas, ¿pero realmente estaría dispuesto a hacerlo?

Y las adquisiciones de bonos son la parte fácil. No se puede salvar al euro a menos que Alemania también esté dispuesta a aceptar una inflación sustancialmente más alta en los siguientes años, y, hasta ahora, no he visto ningún signo de que los funcionarios alemanes estén siquiera dispuestos a discutir el problema, ya no se diga aceptar lo que es necesario. En cambio, siguen insistiendo, a pesar de un fracaso tras otro –¿recuerdan cuando se suponía que Irlanda iba camino a una rápida recuperación?–, que todo estará bien si los deudores sólo se ciñen a sus programas de austeridad.

Entonces, ¿se puede salvar al euro? Sí, probablemente. ¿Se debería salvar? Sí, aunque su creación ahora parezca un gran error. La quiebra del euro no solo causaría un desajuste económico, sería un golpe gigantesco al proyecto europeo más general, que ha traído paz y democracia a un continente con una historia trágica.

Sin embargo, ¿realmente se podrá salvar? A pesar de la muestra de determinación por parte de Draghi, como dije antes, persiste una gran duda. (El Universo)

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