Ya está cerca el fin del dictador sirio Bashir Al Assad, que está convirtiendo a su país en un gigantesco cementerio y lo está despoblando por los miles de refugiados que buscan seguridad en Líbano (35 mil), Turquía (50 mil), Iraq (13 mil), Argelia (25 mil) y Jordania (150 mil), de acuerdo a estadística de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR).
Las Naciones Unidas se vieron imposibilitadas de actuar debido al veto de Rusia y China en el Consejo de Seguridad, cuya oposición se debe al antecedente de engaño al aprobar la intervención de la OTAN en Libia y que causó una masacre de civiles y el ajusticiamiento sin piedad de Muammar el Khadafi.
Los culpables de la matanza en Siria se encuentran en varias partes del mundo. Por una parte, los que pretenden mantener al régimen de Al Assad, como Irán –su aliado incondicional- y Rusia, que le abastecen de armas. Moscú señala que solo esta cumpliendo los contratos previamente firmados –por 5 mil millones de dólares-. Hay que señalar que es su socio geopolítico: En Tartus existe la única base naval rusa del Mediterráneo. Además ha invertido 20 mil millones en energía y turismo.
Por el otro lado, apoyando a los rebeldes (Ejército Libre Sirio), se encuentran Turquía, Arabia Saudita, Catar y Estados Unidos.
La familia Assad gobierna 42 años despóticamente Siria y ya fue suficiente. La ofensiva rebelde, más las continuas deserciones de militares y políticos hacen presagiar el fin de Bashir Al Assad en medio de un lastimoso baño de sangre y ante la pasividad internacional.
(*) Periodista. Miembro de la Prensa Extranjera. Analista internacional.