La huelga médica iniciada agrava la situación del Seguro Social, una entidad desordenada que bien podría ser eficiente, pero hace de todo y el paciente, tras larga espera, recibe solo un paracetamol. O tras varios días gestionando diversos análisis, termina haciéndolos en una clínica particular y pagando fuerte. Es lo diario. No es negocio aportar o trabajar con Essalud. O Seguro Social.
Hay una sobrecarga de pacientes para cada médico que atiende al vuelo, con las justas. No dispone de instrumental médico. Tampoco aparatos para radiografías, ecografías y colonoscopías. No hay médicos de especialidades. En vez de atender mayor tiempo en consultas, los médicos llenan expedientes. Sabemos, no hay medicinas. El seguro quiere abarcar todos los niveles de atención, pero lo hace mal y nunca. No puede. Son 9 millones de personas y eran hace poco unos siete. El sistema colapsó.
A los médicos del ex IPSS, allí resentidos, no les aumentan hace 15 años. Están relegados. El 15% dado no es suficiente, pero son de alta especialización y responden para operaciones mayores que pueden atender en el día un trasplante de hígado. Más allá, no hay médicos. Los concursos se declaran desiertos. Se forman muy pocos especialistas en las universidades. Los nuevos galenos que entran se van en masa a las empresas privadas, a las minas, a las clínicas particulares.
El seguro no les otorga buen ingreso, no les resulta rentable y tienen que cachuelear. En provincias es peor. Crece el número de pacientes, crecen los ingresos por los aportes, pero no crecen los sueldos. Aumentan los negocios en la calle por el boom económico y crecen los consiguientes aportes al seguro. Y crece la demanda por la atención. Pero el seguro decrece.
Tiene una recarga laboral y no es opción de trabajo o de atención para el médico ni paciente. Y el Estado sigue sobrecargándolo sin pagar. Se impone una reforma a la salud. Dos cosas al mismo tiempo no se hacen bien. Hay que hacerlo por niveles.
El primer nivel de atención debe ser asumido por la cadena de hospitales Solidaridad solo para atención ambulatoria hacia el grueso. El público se agolpa en consultorios por cosas chicas, ambulatorias. Todo eso congestiona. Gripes, escaras, accidentes, curaciones, orinas, sangre, análisis para órganos y especialidades y usos de consultas menores.
Debe ser autosostenido, social, autónomo como cualquier clínica privada. Debe salir la Municipalidad de Lima de los hospitales Solidaridad politizados. El Ministerio de Salud tiene gente capacitada, pero debe dedicarse a la parte social, niños y ancianos, normativa, medicina preventiva, vacunaciones, programas de salud, tuberculosis, friaje, atención inclusiva para todos, postas. Los ancianos requieren del seguro, con más hospitales como San Bartolomé, el único hoy para ellos. La población adulta envejece asombrosamente en la pirámide.
Debe ser un servicio geriátrico realmente empresarial, no proteccionista o paternalista y sin mentalidad burocrática y con opción de trabajo. Y el IPSS exclusivo para pacientes graves, hablamos del tercer y cuarto nivel, donde las operaciones salvan la vida. Menos barreras, más afluentes.
Publicado el 8 de agosto de 2012 en el diario La Razón.