Banner Tuvivienda
Lunes 19 de mayo 2025   |   Contáctenos
REDES SOCIALES
Miércoles 08 de agosto 2012

Chávez y la gata loca

Por: Angel Oropeza.
Chávez y la gata loca
Foto: Referencial

No sé cuántos de ustedes lo recordarán,  pero la televisión de mi primera infancia presentaba una comiquita fastidiosísima  y evidentemente patológica, en la cual un ratón llamado Ignacio quien conductualmente era más bien una rata mantenía una extraña relación de dominación con una sumisa hembra felina, conocida simplemente como "la gata loca".

En la historieta, Ignacio disfrutaba lanzando unos pesados ladrillos directo a la cabeza de la gata loca quien, en vez de al menos quejarse, o preferiblemente devolverle el trancazo,  sólo suspiraba enamorada cada vez que recibía un golpe porque, en su cuadro de severa sumisión patológica, esos ladrillazos eran la mejor evidencia de que el ratón la tomaba en cuenta, o en todo caso, que esa relación de opresión camuflajeada tras lo que para ella era afecto, era lo máximo a lo que podía aspirar, quizás porque no conocía otro tipo de afinidad o de trato.

Supongo que si Ignacio, por una de esos giros disfuncionales y  caprichosos de muchas historietas, siendo presidente de un país imaginario, hubiera decidido lanzarse a una nueva reelección, sus millonarios y muy bien pagados asesores (posiblemente cubanos, iraníes, gringos y alguno que otro criollo) le hubiesen vendido la maravillosa idea de que ante la imposibilidad de negar que lo único que él le mandaba a la pobre gata eran ladrillazos, había que vender esos ladrillazos como la mejor demostración del tamaño y calidad de su amoroso corazón.  Es más, sus laboratorios de mercadeo político posiblemente hubiesen sugerido un slogan no importa lo cínico que hubiese podido sonar , según el cual "Ignacio era el corazón de la gata loca".

Por supuesto, la estrategia de los mercaderes y publicistas sería perfecta, pero siempre bajo una imprescindible condición: que la gata siguiera siendo sumisa. Cualquier cambio de esa crucial variable, desnudaría el carácter impúdicamente utilitario y engañoso del cliché.  Pero ni Ignacio aspiró nunca a la presidencia, ni la gata dejó de ser gafa, ni los publicistas tuvieron que preocuparse por vender lo invendible.

En la Venezuela de 2012, alguien se ha empeñado en volver a poner de moda a Ignacio. Incapaz de ocultar sus ladrillazos de delincuencia, corrupción, ineficiencia, arbitrariedad e injusticia, sólo le queda la opción de que no se hable de ellos, que no se discuta sobre logros de gestión y hechos concretos, que no se mencionen sus violentos ladrillos, sino que el debate se pierda en la nebulosa discusión sobre el tamaño de su corazón y el espesor de su afecto.

Las naciones serias y adultas suelen girar sus debates electorales sobre la exigencia de resultados de sus gobernantes, y sobre la seriedad y viabilidad de las propuestas de solución a los problemas de sus ciudadanos, especialmente de quienes más ayuda necesiten. Es un síntoma de primitivismo político y, por supuesto, un intento de huida hacia adelante para escapar de un escrutinio que puede ser embarazoso el querer que el debate sea entre quién tiene el corazón más grande, o quién  habla más bonito, o quién cuenta los peores chistes. Es querer que no se hable de los ladrillos, de las muertes, del dolor, del atraso, del largo rosario de promesas no cumplidas, sino de la intención y el dudosamente supuesto buen corazón del responsable. ¿Habrá alguien que se atreva a decirle a Ignacio que la gata hace rato dejó de ser boba? (El Universal)

Participa:
Valorar
Cargando...
COMENTARIOS
0 comentarios
2018 Grupo Generaccion . Todos los derechos reservados    |  
Desarrollo Web: Luis A. Canaza Alfaro    |    
Editor de fotografía: Cesar Augusto Revilla Chihuan